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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 385<br />

Capítulo III<br />

Idris se movió y despertó. Pero, ¡ay!, despertó a la desgracia. Vio<br />

las señales de la enfermedad en mi rostro y se preguntó cómo había<br />

permitido que pasara la larga noche sin procurarme, no ya<br />

cura, pues la cura era imposible, sino alivio a mis sufrimientos.<br />

Llamó a Adrian y al poco el sofá se vio rodeado de amigos y<br />

asistentes, y de los medicamentos que se juzgó adecuado administrarme.<br />

Era característica distintiva y terrible de aquella epidemia<br />

que nadie a quien hubiera atacado se había recuperado jamás.<br />

<strong>El</strong> primer síntoma de la enfermedad era, pues, la sentencia<br />

de muerte, que en ningún caso había venido seguida del perdón o<br />

el indulto. Así, ni un atisbo de esperanza iluminaba los rostros de<br />

mis amigos.<br />

Mientras, la fiebre me causaba sopor y fuertes dolores, se posaba<br />

con el peso del plomo sobre mis miembros y agitaba mi pecho.<br />

Yo me mostraba insensible a todo salvo a mi dolor, y al final<br />

ni ante él reaccionaba. A la cuarta mañana desperté como de un<br />

sueño sin sueños. Sólo sentía una sed irritante, y cuando trataba<br />

de hablar o moverme las fuerzas me abandonaban por completo.<br />

Durante tres días con sus noches Idris no se había movido de<br />

mi lado. <strong>El</strong>la velaba por todas mis necesidades y no dormía ni<br />

descansaba. Así, ni siquiera trataba de extraer información de la<br />

expresión del médico ni de escrutar mi rostro en busca de síntomas<br />

de restablecimiento, pues sus cinco sentidos se concentraban<br />

en cuidar de mí hasta el final, y entonces tenderse a mi lado y dejarse<br />

morir. Al llegar la tercera noche toda animación cesó en mí,<br />

y al ojo y al tacto se diría que había muerto. Con emotivas súplicas<br />

Adrian trató de alejar de mi lado a Idris. Apeló a todo lo apelable,<br />

al bienestar de su hijo, al suyo propio. Pero ella negaba con<br />

la cabeza y se secaba una lágrima furtiva que resbalaba por su<br />

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