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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 178<br />

Mary Shelley<br />

clinaciones y capacidades de todos los seres humanos iban resultándome<br />

cada vez más interesantes. Se ha llamado a los reyes<br />

«padres de su pueblo». Y yo, de pronto, me sentía como si fuera<br />

el padre de toda la humanidad. La posteridad se convirtió en mi<br />

heredera. Mis pensamientos eran piedras preciosas con las que<br />

enriquecer el tesoro de las posesiones intelectuales del <strong>hombre</strong>.<br />

Cada sentimiento era un regalo valioso que le entregaba. Mis aspiraciones<br />

no deben atribuirse a la vanidad. No se expresaban en<br />

palabras ni adoptaban forma definida en mi propia mente, aunque<br />

sin duda henchían mi alma y exaltaban mis pensamientos,<br />

iluminándome con su resplandor, conduciéndome por la calzada<br />

oscura por la que hasta entonces había caminado y llevándome<br />

hacia la senda despejada de la humanidad, bañada de luz, que me<br />

convertía en ciudadano del mundo, candidato a honores inmortales,<br />

aspirante ávido del elogio y la comprensión de mis iguales.<br />

Nadie gozaba tanto como yo de los placeres de la creación. Si<br />

abandonaba los bosques, la música solemne de las ramas mecidas<br />

por la brisa, el templo majestuoso de la naturaleza, buscaba refugio<br />

en los vastos salones del castillo, y desde ellos contemplaba la<br />

extensa y fértil Inglaterra, que se extendía bajo nuestra regia colina,<br />

mientras escuchaba incitadores pasajes musicales. En aquellas<br />

ocasiones las solemnes armonías de unas arias que elevaban<br />

el espíritu daban alas a mis pensamientos confinados, permitiéndoles,<br />

creía yo, traspasar el <strong>último</strong> velo de la naturaleza y de su<br />

Dios, y mostrar la más elevada belleza en una expresión visible a<br />

la comprensión del <strong>hombre</strong>. Mientras proseguía la música, mis<br />

ideas parecían abandonar su morada mortal; se liberaban de sus<br />

engranajes y emprendían el vuelo, navegando por las plácidas corrientes<br />

del pensamiento, llenando la creación de nueva gloria,<br />

avivando imaginaciones sublimes que de otro modo hubieran<br />

permanecido adormecidas, mudas. Y entonces me precipitaba sobre<br />

la mesa y tejía la tela mental recién hallada con textura firme<br />

y colores vivos, dejando para un momento de mayor sosiego la<br />

ordenación de aquellos materiales.<br />

Pero este relato, que tanto podría pertenecer a un periodo anterior<br />

de mi vida como al momento presente, me lleva demasiado<br />

lejos. Fue el placer que obtenía con la literatura, la disciplina<br />

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