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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 212<br />

Mary Shelley<br />

212<br />

Cada piedra un pirámide levanta<br />

y cada flor construye un monumento<br />

cada edificio es un sepulcro altivo,<br />

cada soldado un esqueleto vivo.*<br />

Pronunciaba sus palabras en tono fúnebre. Suspiró profundamente.<br />

–Hace unos meses –prosiguió– creía que iba a morir. Pero la<br />

vida se hizo fuerte en mí. Mis afecciones eran humanas. La esperanza<br />

y el amor eran las estrellas que guiaban mi vida. Ahora...<br />

sueñan que la frente del conquistador de los infieles está a punto<br />

de ser coronada de laureles triunfantes; hablan de recompensas<br />

honoríficas, de títulos, poder y riqueza; y todo lo que yo le pido<br />

a Grecia es una tumba. Que levanten un túmulo sobre mi cuerpo<br />

inerte, que se mantenga en pie cuando la cúpula de Santa Sofía se<br />

haya derrumbado.<br />

»¿De dónde proceden estos sentimientos? En Rodosto estaba lleno<br />

de esperanza. Pero cuando vi Constantinopla por primera vez,<br />

ese sentimiento me abandonó, acompañado de todas mis otras alegrías.<br />

Las últimas palabras de Evadne han sido el lacre que sentencia<br />

mi muerte segura. Y sin embargo no pretendo achacar mi estado de<br />

ánimo a ningún suceso concreto. Todo lo que puedo decirte es que<br />

así me siento. La peste que, según dicen, ha llegado a Constantinopla...<br />

Tal vez haya aspirado sus efluvios, tal vez la enfermedad sea la<br />

verdadera causa de mis pronósticos. Importa poco por qué o de qué<br />

modo me vea afectado, pues ningún poder puede evitar el mazazo,<br />

y la sombra de la mano alzada del destino ya me ensombrece.<br />

»A ti, Lionel, te confío a tu hermana y a su hija. Nunca menciones<br />

ante ella el nombre fatal de Evadne. <strong>El</strong>la se lamentaría doblemente<br />

por el extraño eslabón que me encadena a ella y obliga<br />

a mi espíritu a obedecer su voz agónica, a seguirla, como está a<br />

punto de hacer, hasta el país desconocido.<br />

Le escuché asombrado. Pero su aspecto triste y lo solemne de<br />

sus palabras me convencieron de la verdad e intensidad de sus<br />

* La vida es sueño, jornada III, escena VI, Calderón de la Barca. (En español<br />

en el original.) (N. del T.)

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