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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 52<br />

Mary Shelley<br />

la muerte. Adiós al placer cortesano, a la intriga política, al laberinto<br />

de pasiones y locuras. ¡Salud, Inglaterra! ¡Inglaterra natal,<br />

recibe a tu hijo! Tú eres el escenario de todas mis esperanzas, el<br />

poderoso teatro donde se representa el acto del único drama que<br />

puede, con el corazón y el alma, llevarme con él en su avance.<br />

Una voz irresistible, un poder omnipotente, me llevaba hacia ella.<br />

Tras una ausencia de dos años, arribé a sus orillas sin atreverme<br />

a preguntar nada, temeroso de hacer cualquier comentario. Primero<br />

visitaría a mi hermana, que vivía en una pequeña casa de<br />

campo, parte del regalo de Adrian, y que lindaba con el bosque<br />

de Windsor. Por ella conocería la verdad sobre nuestro benefactor.<br />

Sabría por qué se había alejado de la protección de la princesa<br />

Evadne y me enteraría de la influencia que aquel Raymond,<br />

cada vez más poderoso, ejercía en los designios de mi amigo.<br />

Nunca hasta entonces me había hallado en las inmediaciones<br />

de Windsor. La fertilidad y la belleza del campo que lo rodeaba<br />

me llenaron de una admiración que aumentaba a medida que me<br />

aproximaba al antiguo bosque. Las ruinas de los majestuosos robles<br />

que habían crecido, florecido y envejecido a lo largo de los<br />

siglos indicaban la extensión que había llegado a alcanzar, mientras<br />

que las vallas destartaladas y las malas hierbas demostraban<br />

que aquella zona había sido abandonada en favor de plantaciones<br />

más jóvenes que habían visto la luz a principios del siglo xix<br />

y que ahora se alzaban en todo el esplendor de su madurez. La<br />

humilde morada de Perdita se hallaba en los límites de aquel territorio<br />

más antiguo; ante ella se extendía Bishopgate Heath, que<br />

hacia el este parecía interminable, y por el oeste moría en Chapel<br />

Wood y el huerto de Virginia Water. Detrás sombreaban la casa<br />

los padres venerables de aquel bosque, bajo los cuales los ciervos<br />

se acercaban a pacer, y que, en su mayor parte huecos por dentro<br />

y resecos, formaban grupos fantasmales que contrastaban con la<br />

belleza regular de los árboles más jóvenes. Éstos, retoños de un<br />

periodo posterior, se alzaban erectos y parecían dispuestos para<br />

avanzar sin temor hacia los tiempos venideros. Aquéllos, rezagados<br />

y exhaustos, quebrados, se retorcían y se aferraban los unos<br />

a los otros, con sus débiles ramas suspirando ante el azote del<br />

viento, batallón golpeado por los elementos.<br />

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