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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 320<br />

Mary Shelley<br />

Llegó la peste, amenazando con destruir de golpe las ambiciones<br />

y las esperanzas del amor. Durante mucho tiempo el duque de<br />

L. . . se negó a admitir que pudiera correr peligro si se mantenía<br />

recluido y tomaba ciertas precauciones. Hasta el momento había<br />

sobrevivido. Pero en aquel segundo verano la Destructora dio al<br />

traste de un solo golpe con sus precauciones, su seguridad y su<br />

vida. La pobre Juliet vio cómo su padre, su madre, sus hermanos<br />

y hermanas, enfermaban y morían uno tras otro. La mayoría de<br />

los criados huyeron tras la primera aparición de la enfermedad,<br />

y los que permanecieron en la casa sucumbieron a la infección<br />

mortal. Ningún vecino, ningún campesino se atrevía a acercarse a<br />

la finca por temor al contagio. Por una rara vuelta del destino,<br />

sólo Juliet escapó, y hasta el fin cuidó de sus familiares y los veló<br />

en la hora de su muerte. Llegó el momento en que el <strong>último</strong> habitante<br />

de la casa recibió el <strong>último</strong> mazazo: la joven superviviente<br />

de su raza se sentaba sola entre los muertos. Ningún otro ser humano<br />

se hallaba cerca para consolarla ni para apartarla de aquella<br />

horrenda compañía. Cuando ya declinaba el calor de septiembre,<br />

una noche se formó una tormenta con vientos huracanados,<br />

truenos y granizo, que se abatió sobre la casa, entonando con<br />

fantasmagórica armonía un canto fúnebre por su familia. Y Juliet,<br />

sentada sobre la tierra, inmersa en una desesperación muda,<br />

creyó oír que alguien pronunciaba su nombre entre las ráfagas de<br />

viento y lluvia. ¿De quién podía ser aquella voz que le resultaba<br />

conocida? De ningún miembro de su familia, pues todos ellos,<br />

tendidos a su alrededor, la contemplaban con ojos pétreos. Su<br />

nombre volvió a oírse y ella se estremeció al pensar que tal vez estuviera<br />

volviéndose loca o muriendo, ya que oía las voces de los<br />

fallecidos. Pero entonces otra idea atravesó su mente, rauda como<br />

una flecha, y Juliet se acercó a la ventana. <strong>El</strong> destello de un rayo<br />

le proporcionó la visión que esperaba: su amante asomándose a<br />

los arbustos. La alegría le proporcionó las fuerzas necesarias para<br />

bajar la escalera y abrir la puerta. Se desmayó en sus brazos.<br />

Mil veces se reprochó a sí misma, como si de un crimen se tratara,<br />

que reviviera la felicidad con él. La mente humana se aferra<br />

de modo natural a la vida y a la dicha; en su joven corazón aquellos<br />

sentimientos se hallaban en la plenitud de sus facultades, y<br />

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