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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> <strong>13</strong><br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Me dispongo a dar a conocer mis <strong>último</strong>s descubrimientos sobre<br />

las escasas hojas sibilinas. A causa de su estado disperso y<br />

fragmentado me he visto en la obligación de añadir relaciones, de<br />

dar una forma coherente al trabajo. Con todo, su sustancia se halla<br />

principalmente en las verdades que estas rapsodias poéticas<br />

contienen, así como en la intuición divina que la doncella de Cumas<br />

recibía del cielo.<br />

Me he preguntado a menudo sobre los temas de sus versos, así<br />

como sobre el vestido inglés del poeta latino. Se me ocurre que si resultan<br />

arcanos y caóticos es por mí, que soy quien los ha descifrado;<br />

así como, si al entregar a otro artista los fragmentos pictóricos que<br />

forman la copia del mosaico de La Transfiguración de Rafael, que<br />

se halla en San Pedro, aquél los uniera a su modo, reflejo de su inteligencia<br />

y su talento únicos, así, sin duda, al pasar por mis manos,<br />

las hojas de la Sibila de Cumas se han distorsionado y han menguado<br />

en interés. La única excusa con que puedo justificar su transformación<br />

es que, en sus condiciones puras, resultaban ininteligibles.<br />

Mis trabajos han animado mis largas horas de soledad, me han<br />

alejado de un mundo que volvió a un lado su rostro otrora benévolo<br />

para llevarme a otro iluminado por destellos de imaginación<br />

y poder. Se preguntarán mis lectores cómo pude hallar solaz en<br />

una narración llena de desgracias y pesarosos cambios. Éste es<br />

uno de los misterios de nuestra naturaleza, que se ha apoderado<br />

de mí por completo y de cuya influencia no logro escapar. Confieso<br />

que no he permanecido impasible al desarrollo del relato, y que<br />

ciertas partes de la historia, que he transcrito fielmente a partir de<br />

los materiales recogidos, me han llevado a la desazón o, mejor dicho,<br />

a la agonía. Y sin embargo la naturaleza humana funciona<br />

de tal modo que aquella excitación mental me complacía, y que<br />

la imaginación, pintora de tempestades y terremotos o, peor aún,<br />

de las tormentosas y frágiles pasiones del <strong>hombre</strong>, aliviaba mis<br />

penas verdaderas y mis lamentos sin fin, al recubrir esas otras,<br />

ficticias, de una idealidad que suprime el aguijonazo del dolor.<br />

Dudo en verdad de que esta disculpa sea necesaria, pues serán<br />

los méritos de mi adaptación y traducción los que habrán de servir<br />

para valorar si no he malgastado mi tiempo y mis imperfectas dotes<br />

al dar forma y sustancia a las frágiles y escasas hojas de la Sibila.<br />

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