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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 303<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

había convertido en parte de nuestro futuro, de nuestra existencia,<br />

era algo de lo que había que protegerse, como había que protegerse<br />

del desbordamiento de los ríos, de la crecida de los mares<br />

y de las inclemencias del tiempo. Tras prolongados sufrimientos<br />

y experiencias amargas, tal vez se descubriera la panacea. Por el<br />

momento, todo el que contraía la infección, moría. Pero no todo<br />

el mundo se infectaba. Así, nuestra misión debía consistir en cavar<br />

bien los cimientos y alzar bien alta la barrera que separara a<br />

los contagiados de los sanos; en introducir un orden que condujera<br />

al bienestar de los supervivientes y que diera cierta esperanza<br />

y algo de felicidad a quienes presenciaran aquella tragedia, en<br />

caso de que ésta se renovara. Adrian había introducido procedimientos<br />

sistemáticos en la metrópolis que, aunque no habían logrado<br />

detener el avance de la muerte, sí habían impedido otros<br />

males, vicios y locuras que sólo habrían servido para ennegrecer<br />

más el trágico destino de nuestro tiempo. Yo deseaba seguir su<br />

ejemplo, pero la gente está acostumbrada a<br />

moverse al unísono, si es que se mueve*<br />

y no hallaba el modo de lograr que los habitantes de las aldeas y<br />

pueblos, que olvidaban mis palabras o no las escuchaban, y que<br />

resultaban más cambiantes que los vientos, modificaran el menor<br />

de sus actos.<br />

De modo que adopté otro plan. Los escritores que han imaginado<br />

un reino de paz y felicidad en la tierra, han tendido a situarlo<br />

en un paisaje rural, donde el gobierno se halla en manos de los<br />

ancianos y los sabios. Aquella sería, pues, la clave de mi idea. En<br />

casi todas las aldeas, por pequeñas que sean, existe un jefe, uno de<br />

entre ellos mismos que es venerado, cuyo consejo se busca en<br />

tiempos de dificultad y cuyas buenas opiniones son tenidas en<br />

cuenta. Mi experiencia personal me llevaba a saber que así era.<br />

En la aldea de Little Marrow vivía una anciana que gobernaba<br />

de tal modo la comunidad. Había vivido algunos años en un<br />

hospicio, y los domingos, si el tiempo lo permitía, su puerta se<br />

* De «Resolución e independencia», William Wordsworth. (N. del T.)<br />

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