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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 372<br />

Mary Shelley<br />

Mis pensamientos eran tristes y solemnes, aunque no únicamente<br />

dolorosos. Los mismos excesos de nuestra desgracia se<br />

acompañaban de cierto alivio, un alivio que hacía sublime y elevada<br />

la pena. Sentía que me acompañaban mis seres más queridos.<br />

Y, tras la prolongada separación, me alegraba el reencuentro<br />

con Adrian. Ya nunca nos separaríamos. Sentía que abandonaba<br />

lo que amaba, no lo que me amaba a mí. Los muros del castillo,<br />

los grandes árboles de siempre, no oían con tristeza el <strong>último</strong><br />

adiós que pronunciaban las ruedas de nuestro carruaje. Y mientras<br />

notara la proximidad de Idris y escuchara la respiración sosegada<br />

de mis hijos, no podía ser desgraciado. Clara, por su parte,<br />

era presa de una intensa emoción. Con ojos llorosos, trataba<br />

de reprimir los sollozos. Apoyándose contra la ventanilla, contemplaba<br />

su Windsor natal por última vez.<br />

Adrian nos dio la bienvenida a nuestra llegada. Era todo animación,<br />

y en su aspecto saludable era imposible distinguir al ser<br />

enfermizo y sufriente. Por su sonrisa y su voz alegre no podía adivinarse<br />

que estaba a punto de llevarse de su país natal a los supervivientes<br />

de la nación inglesa, para conducirlos hasta los reinos<br />

deshabitados del sur, donde morirían uno tras otro, hasta que<br />

EL ÚLTIMO HOMBRE se alzara sobre el mundo mudo y vacío.<br />

Adrian, impaciente ante la partida, había avanzado notablemente<br />

en los preparativos. Su sabiduría nos iluminaba a todos.<br />

Su preocupación era el alma que movía a la infeliz muchedumbre,<br />

que confiaba plenamente en él. Era inútil cargar con demasiadas<br />

cosas, pues hallaríamos abundantes provisiones en todas<br />

las ciudades. Adrian deseaba evitar todo trabajo, dar un aire festivo<br />

a nuestra comitiva fúnebre, formada por menos de dos mil<br />

personas. No todas se hallaban en Londres, y todos los días presenciábamos<br />

la llegada de nuevos viajeros. Quienes vivían en las<br />

ciudades vecinas habían recibido la orden de congregarse en el<br />

mismo lugar el veinte de noviembre. Se habían proporcionado<br />

caballos y carruajes a todos. Se habían escogido capitanes y suboficiales<br />

y toda la operación había sido organizada con rigor.<br />

Todos obedecían al Señor Protector de la moribunda Inglaterra,<br />

todos lo admiraban. Se escogió su consejo, formado por cincuenta<br />

personas. Para su elección no se tuvo en cuenta su clase ni su<br />

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