12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 75<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

sentimiento, para ponerme manos a la obra y encadenar mi indómita<br />

pasión. Todo era una única idea, un único sentimiento,<br />

un único conocimiento: ¡era mi vida!<br />

Pero la suerte ya estaba echada: Raymond se casaría con Idris.<br />

Las alegres campanadas de boda resonaban en mis oídos; oía ya<br />

las felicitaciones de la nación tras el enlace. <strong>El</strong> ambicioso noble se<br />

elevaba con veloz vuelo de águila desde el suelo raso hasta la supremacía<br />

real, hasta el amor de Idris. Y sin embargo, ¡no sería<br />

así! <strong>El</strong>la no lo amaba. Me había llamado amigo. Me había sonreído.<br />

Y a mí había confiado la mayor esperanza de su corazón, el<br />

bienestar de Adrian. Ese recuerdo derretía mi sangre helada, y<br />

una vez más la marea de la vida y el amor fluían impetuosos en<br />

mi interior, para retirarse de nuevo a medida que mi atribulada<br />

mente vacilaba.<br />

<strong>El</strong> debate terminó a las tres de la madrugada. Mi alma se hallaba<br />

en gran zozobra. Cruzaba las calles con grandes prisas. A<br />

decir verdad, aquella noche estaba loco. <strong>El</strong> amor, al que he declarado<br />

gigante desde su nacimiento, luchaba contra la desesperación.<br />

Mi corazón, su campo de batalla, recibía la herida del acero<br />

de uno, las lágrimas torrenciales de la otra. Amaneció el nuevo<br />

día, que me resultaba odioso. Me retiré a mis aposentos. Me eché<br />

sobre un sofá y me dormí; ¿dormí realmente?, pues mis pensamientos<br />

seguían vivos. <strong>El</strong> amor y la desesperación proseguían su<br />

combate y yo me consumía en un dolor insufrible.<br />

Desperté medio aturdido. Sentía una fuerte opresión en mi ser,<br />

pero no sabía de dónde procedía. Accedí, por así decirlo, al cónclave<br />

de mi cerebro y pregunté a varios ministros del pensamiento<br />

allí reunidos: no tardé en recordarlo todo. Mis miembros no<br />

tardaron en temblar bajo el peso del poder que me atormentaba.<br />

Pronto, demasiado pronto, supe que ya era un esclavo.<br />

De pronto, sin anunciarse, lord Raymond entró en mi estancia<br />

y, muy alegre, se puso a cantar el himno tirolés a la libertad.<br />

Me saludó con un elegante movimiento de cabeza y se desplomó<br />

sobre un sofá dispuesto junto a la reproducción de un busto del<br />

Apolo de Belvedere. Tras uno o dos comentarios intrascendentes,<br />

a los que respondí parcamente, exclamó, mirando la escultura:<br />

75

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!