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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 108<br />

Mary Shelley<br />

108<br />

Pareamo aver qui tutto il ben racocolto<br />

che fra mortale in più parte si rimembra.*<br />

Y ahora que nuestros hijos nos mantenían ocupados, hallábamos<br />

excusas para el mantenimiento de nuestra ociosidad, pues<br />

nuestra idea era proporcionarles una vida más espléndida. Finalmente<br />

nuestra paz se vio alterada y el curso de los acontecimientos,<br />

que durante cinco años había avanzado con tranquilidad serena,<br />

se halló con impedimentos y obstáculos que nos apartaron<br />

de nuestro sueño feliz.<br />

Iba a tener lugar la elección del nuevo Señor Protector** de<br />

Inglaterra y, a instancias de Raymond, nos trasladamos a Londres<br />

para presenciar las votaciones e incluso tomar parte en ellas.<br />

Si Raymond se hubiera unido a Idris, ese puesto habría sido la<br />

palanca hacia cargos de mayor autoridad; y su deseo de poder se<br />

hubiera coronado en su más alta medida. Pero había cambiado el<br />

cetro por el laúd, un reino por Perdita.<br />

¿Pensaba en todo ello mientras nos dirigíamos a la ciudad? Yo<br />

lo observaba, pero él revelaba poco de sus emociones. Se mostraba<br />

especialmente alegre, jugaba con su hijita y se volvía para repetir,<br />

orgulloso, todas las palabras que ésta pronunciaba. Tal vez<br />

lo hacía porque veía la sombra de la inquietud en la frente de su<br />

esposa. <strong>El</strong>la trataba de mantener el ánimo, pero de vez en cuando<br />

las lágrimas asomaban a sus ojos y parecía preocupada por<br />

Raymond y su pequeña, como si temiera que algún mal fuera a<br />

alcanzarlos. Eso, precisamente, era lo que sentía. Un mal presagio<br />

pendía sobre ella. Contemplaba los bosques desde la ventanilla,<br />

y los torreones del castillo. Al ver que éstos se ocultaban tras<br />

el paisaje, exclamó apasionadamente:<br />

–¡Escenarios de felicidad! ¡Lugares sagrados, dedicados al amor!<br />

¿Cuándo volveré a veros? Y cuando regrese a vosotros, ¿seré todavía<br />

la amada y feliz Perdita, o con el corazón destrozado, hundida,<br />

vagaré por entre vuestros jardines como fantasma de lo que fui?<br />

* Orlando furioso, VI, 47, 2-3, Ariosto. «Parecíamos allí haber reunido / gran<br />

parte de lo que los mortales recuerdan.» (N. del T.)<br />

** Se trata de un cargo de cierta relevancia histórica en Inglaterra, por ser el<br />

que se dio Cromwell en su mandato republicano. (N. del T.)

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