12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 180<br />

Mary Shelley<br />

tiempo descubrió que, entre todos sus conocimientos recién adquiridos,<br />

su propio carácter, que hasta entonces creía conocer en<br />

profundidad, pasó a ocupar el lugar más preeminente entre todas<br />

sus terrae incognitae, se convirtió en la selva más impenetrable de<br />

un país no cartografiado. Errática, extrañamente, inició la tarea<br />

de examinarse y juzgarse a sí misma. Y de nuevo adquirió conciencia<br />

de sus propias excelencias y empezó a equilibrar mejor la<br />

balanza de lo bueno y lo malo que había en ella. Yo, que ansiaba<br />

en grado sumo devolverle la felicidad que aún le quedaba por disfrutar,<br />

observaba con impaciencia el resultado de sus procesos internos.<br />

Pero el <strong>hombre</strong> es un animal raro. No pueden medirse sus<br />

fuerzas como si de una máquina se tratara. Y aunque un impulso<br />

actúe con una fuerza de cuarenta caballos sobre lo que parece<br />

dispuesto a plegarse a uno, el movimiento, depreciando todo cálculo,<br />

no llega a producirse. Así, ni el dolor, ni la filosofía ni el<br />

amor lograron que Perdita suavizara su opinión sobre el descuido<br />

de Raymond. Volvía a gustar de mi compañía, y por Idris sentía<br />

y demostraba de nuevo total aprecio. Una vez más derramaba<br />

sobre su hija gran ternura y permanentes cuidados. Pero en sus<br />

comentarios yo detectaba un profundo resentimiento contra<br />

Raymond, una inextinguible sensación de herida sin cicatrizar<br />

que me alejaba de toda esperanza cuando más cerca me creía de<br />

materializarla. Entre otras dolorosas restricciones, había convertido<br />

en ley de obligado cumplimiento entre nosotros el que jamás<br />

mencionáramos el nombre de Raymond en su presencia. Se negaba<br />

a leer cualquier noticia procedente de Grecia y me había pedido<br />

que me limitara a mencionarle si llegaba alguna, y si los viajeros<br />

se encontraban bien. Resultaba curioso que incluso Clara<br />

acatara esa ley impuesta por su madre. La encantadora niña tenía<br />

casi nueve años. Había sido siempre una pequeña feliz, fantasiosa,<br />

alegre e infantil, pero tras la marcha de su padre su gesto quedó<br />

marcado por la seriedad. Los niños, poco hábiles en el uso del<br />

lenguaje, no suelen hallar palabras para expresar sus pensamientos,<br />

y ninguno de nosotros sabía decir de qué modo se habían<br />

grabado en su mente los <strong>último</strong>s acontecimientos. Pero sin duda<br />

habría realizado observaciones profundas mientras se daba cuen-<br />

180

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!