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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 2<strong>28</strong><br />

Capítulo III<br />

Las estrellas todavía brillaban en el cielo cuando desperté, y Tauro,<br />

en las alturas del firmamento, me indicó que era medianoche.<br />

Había tenido sueños turbadores. Creía que me habían invitado al<br />

<strong>último</strong> banquete de Timón.* Yo llegaba con gran apetito. Se alzaban<br />

las tapaderas, el agua caliente enviaba al aire sus desagradables<br />

vapores y yo huía ante la cólera del anfitrión, que adoptaba<br />

la forma de Raymond. Mientras, en mi enfermiza ensoñación, los<br />

buques que éste enviaba tras de mí aparecían impregnados de fétidos<br />

vapores, y la forma de mi amigo, distorsionada de mil maneras,<br />

se expandía hasta convertirse en un fantasma gigante, que<br />

llevaba escrita en su frente la señal de la peste. Su sombra creciente<br />

se elevaba más y más, hinchándose, y parecía querer reventar<br />

la bóveda que sostenía y conformaba el mundo. La pesadilla<br />

se convertía en tortura: con gran esfuerzo abandoné el sueño<br />

e invoqué a la razón para que recobrara las funciones que había<br />

suspendido. Mi primer pensamiento fue para Perdita. Debía regresar<br />

a ella. Debía apoyarla, llevándole el alimento que aplacara<br />

su desesperación y que aliviara su corazón herido, apartándola<br />

de los salvajes excesos del dolor mediante las leyes austeras del<br />

deber y la suave ternura del pesar.<br />

La posición de las estrellas era mi única guía. Me alejé de la<br />

horrible ruina de la Ciudad Dorada, y tras grandes esfuerzos, logré<br />

dejar atrás sus murallas. Junto a ellas encontré una compañía<br />

de soldados. A uno de ellos le pedí prestado su caballo y me<br />

apresté a reunirme con mi hermana. Durante aquel breve intervalo,<br />

el aspecto de la llanura había cambiado. <strong>El</strong> campamento<br />

* En Timón de Atenas, de William Shakespeare, el personaje sirve agua a sus<br />

falsos amigos y los echa de su casa arrojándoles piedras. (N. del T.)<br />

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