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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 183<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

de uno de los dos se hundió en su cráneo. Yo acudí en su defensa,<br />

pero la ira los cegaba y los volvía sordos. No repararon en mi<br />

atuendo cristiano ni escucharon mis voces. Las palabras eran armas<br />

sin filo entonces, pues mientras la guerra gritaba «destrucción»,<br />

y el asesinato cumplía sus órdenes, ¿cómo podía yo<br />

revertir la marea de los males, aliviando el error<br />

con leve ofrecimiento de elocuencia balsámica?*<br />

Uno de los dos tipos, indignado por mi intromisión, me golpeó<br />

en el costado con su bayoneta y caí al suelo, inconsciente.<br />

–Esta herida tal vez acorte mi vida, pues ha sacudido mi cuerpo,<br />

ya de por sí frágil. Pero acato la muerte. En Grecia he aprendido<br />

que un <strong>hombre</strong> más o menos importa poco mientras queden<br />

cuerpos humanos para reemplazar las filas menguantes de la soldadesca.<br />

Y he aprendido también que la identidad de un individuo<br />

puede ignorarse, siempre y cuando el pelotón siga completo.<br />

Todo esto tuvo un efecto distinto sobre Raymond. Él es capaz de<br />

tener en cuenta el ideal de la guerra, mientras que yo soy sensible<br />

sólo a sus realidades. Él es soldado, general. Ejerce influencia sobre<br />

las alimañas de la guerra sedientas de sangre, mientras que yo<br />

me resisto en vano a sus impulsos. La razón es sencilla. Burke ha<br />

afirmado que «en todos los cuerpos, aquellos que ordenan deben,<br />

en no poca medida, obedecer».** Y yo no puedo obedecer, pues<br />

no simpatizo con sus sueños de masacre y gloria... Obedecer y ordenar<br />

en semejante carrera está en la naturaleza de la mente de<br />

Raymond. Siempre triunfa, y parece probable que, al tiempo que<br />

adquiere honores y cargos para sí, asegure la libertad de los griegos,<br />

y tal vez un imperio extenso.<br />

La mente de Perdita no se serenó al oír aquel relato, pues pensó<br />

que Raymond podía ser feliz y grande sin ella. «¡Ojalá yo también<br />

tuviera una carrera! ¡Ojalá yo también pudiera fletar un barco<br />

nuevo con todas mis esperanzas, energías y deseos, y lanzarlo<br />

al océano de la vida, dirigirme con él a algún punto alcanzable,<br />

* Teogonía, Hesíodo. (N. del T.)<br />

** Reflexiones sobre la Revolución francesa, Edmund Burke. (N. del T.)<br />

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