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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 177<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

chos, las lomas cubiertas de hierba, el paisaje cultivado y alegre<br />

que se extendía junto al camino plateado del Támesis, todo le hablaba<br />

al unísono inspirado por la memoria, cargado de pesares y<br />

lamentos.<br />

Pero mi intento de devolverla a una percepción más lúcida de<br />

sí misma no se detuvo ahí. Perdita seguía siendo, en gran medida,<br />

una persona sin formación. Cuando abandonó su vida campesina<br />

y pasó a residir con la culta y elegante Evadne, el único arte en<br />

el que alcanzó cierta perfección fue el de la pintura, para el que<br />

poseía unas aptitudes rayanas en la genialidad. Con ella se había<br />

entretenido en su casa solitaria, cuando abandonó la protección<br />

de su amiga griega. Pero ahora paleta y caballete permanecían<br />

olvidados; cuando trataba de pintar los recuerdos la atormentaban,<br />

la mano le temblaba y los ojos se le anegaban en llanto. Junto<br />

con aquella ocupación, había renunciado también a casi todas<br />

las demás. Y su mente se reconcomía en sí misma hasta conducirla<br />

casi a la locura.<br />

Yo, por mi parte, desde los tiempos en que Adrian abandonó<br />

mi remota morada en busca de su propio paraíso de orden y belleza,<br />

me había empapado de literatura. Estaba convencido de<br />

que, por más que las cosas hubieran sido de otro modo en épocas<br />

remotas, en el presente estadio del mundo las facultades del <strong>hombre</strong><br />

no podían desarrollare, los principios morales del <strong>hombre</strong> no<br />

podían progresar, sin que existiera un contacto continuado con<br />

los libros. Para mí éstos equivalían a una carrera activa, a la ambición,<br />

así como a otras emociones palpables que resultan necesarias<br />

para la mayoría. La asimilación de opiniones filosóficas, el<br />

estudio de hechos históricos, la adquisición de lenguas, se convirtieron<br />

a la vez en mi pasatiempo y en la meta más seria de mi<br />

vida. Yo mismo me convertí en escritor, aunque mis creaciones<br />

fueran poco pretenciosas. Se limitaban a biografías de mis personajes<br />

históricos favoritos, en especial de aquéllos a los que creía<br />

que no se había hecho justicia, o ante los que alzaba un telón de<br />

oscuridad y duda.<br />

A medida que mi creación literaria progresaba, iba adquiriendo<br />

nuevos intereses y placeres. Hallaba otro eslabón valioso que<br />

me unía a mi prójimo; mi punto de vista se ensanchaba, y las in-<br />

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