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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 226<br />

Mary Shelley<br />

pero que en ciertas partes mostraban lo que habían sido: joyas,<br />

ristras de perlas, ropajes bordados, pieles raras, tapices brillantes,<br />

ornamentos orientales, que parecían haberse dispuesto en forma<br />

de pira para su destrucción, una destrucción que la lluvia había<br />

interrumpido.<br />

Pasé horas vagando por aquel escenario desolado en busca de<br />

Raymond. En ocasiones topaba con tal acumulación de escombros<br />

que debía retroceder. Los fuegos que todavía ardían me asfixiaban.<br />

<strong>El</strong> sol se puso y el aire adquirió un aspecto turbio. La estrella<br />

vespertina ya no brillaba en soledad. <strong>El</strong> resplandor de las<br />

llamas atestiguaba el avance de la destrucción, y en aquel interregno<br />

de luz y oscuridad, las ruinas que me rodeaban adquirían<br />

proporciones gigantescas y formas temibles. Me abandoné unos<br />

instantes a la fuerza creativa de la imaginación, y ésta, transitoriamente,<br />

me alivió con las ficciones sublimes que me presentaba.<br />

Los latidos de mi corazón me devolvieron a la cruda realidad.<br />

«¿Dónde, en este desierto de muerte, te encuentras, Raymond,<br />

ornamento de Inglaterra, libertador de Grecia, “héroe de una historia<br />

no escrita”?* ¿Dónde, en este caos en llamas, se esparcen<br />

tus nobles reliquias?» Pronuncié su nombre a voces; a través de la<br />

oscuridad de la noche, sobre las ruinas humeantes de la Constantinopla<br />

conquistada, se escuchó su nombre. Pero nadie me respondió,<br />

pues hasta el eco había enmudecido.<br />

<strong>El</strong> cansancio se apoderó de mí. La soledad abatía mi espíritu.<br />

<strong>El</strong> aire denso, impregnado de polvo, el calor y el humo de los palacios<br />

incendiados, entumecían mis miembros. De pronto sentí<br />

hambre. La excitación que hasta entonces me había mantenido<br />

en alerta desapareció. Como un edificio que pierde sus apoyos<br />

y cuyos cimientos oscilan, y se tambalea y cae, así, cuando el entusiasmo<br />

me abandonó, también lo hizo mi fuerza. Me senté sobre<br />

el único peldaño en pie de un edificio que, a pesar de hallarse<br />

en ruinas, seguía mostrándose enorme y magnífico. Algunas<br />

paredes caídas pero íntegras, que habían escapado a la destrucción<br />

de la pólvora, componían combinaciones fantásticas, y una<br />

* «Mask of Anarchy» («La máscara de la anarquía»), P.B. Shelley, refiriéndose<br />

a los «<strong>hombre</strong>s de Inglaterra». (N. del T.)<br />

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