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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 392<br />

Mary Shelley<br />

de fuimos testigos del comportamiento brutal y pendenciero del<br />

esposo, así como de la paciencia con que ella lo soportaba. No<br />

había tenido mucha suerte. Su primer pretendiente había regresado<br />

con la intención de hacerla suya, y por casualidad la había encontrado<br />

en el puesto de tabernera de su localidad, esposa de<br />

otro <strong>hombre</strong>. Desolado, partió hacia el extranjero. Las cosas le<br />

fueron mal hasta que logró regresar a Inglaterra herido y enfermo.<br />

Pero incluso así a Lucy no se le permitió que cuidara de él.<br />

La disposición agria de su esposo se veía agravada por su debilidad<br />

ante las numerosas tentaciones que su puesto le procuraba,<br />

con el consecuente desbaratamiento de sus asuntos. Afortunadamente<br />

no tenían hijos, pero el corazón de ella se sentía ligado a<br />

sus hermanos menores, a los que el posadero, movido por la avaricia<br />

y el mal genio, no tardó en echar de su casa. Se dispersaron<br />

por todo el país y se vieron obligados a ganarse el pan con esfuerzo<br />

y sudor. Aquel <strong>hombre</strong> parecía incluso querer librarse de<br />

la madre, aunque en aquel punto Lucy se mostró firme. Se había<br />

sacrificado por ella, vivía para ella, de modo que no lograría separarlas.<br />

Si su madre se iba, ella también lo haría; mendigaría<br />

pan para ella, moriría con ella, pero jamás la abandonaría. La<br />

presencia de Lucy resultaba tan necesaria para mantener el orden<br />

en la casa y para impedir la ruina del establecimiento, que él no<br />

podía permitirse perderla. De modo que cedió en ese punto, aunque<br />

durante sus arrebatos de ira, o cuando se emborrachaba, volvía<br />

a sacar el tema y zahería a la pobre Lucy con oprobiosos epítetos<br />

dedicados a su madre.<br />

Con todo, las pasiones, si son del todo puras, absolutas y correspondidas,<br />

procuran su propio consuelo. Lucy sentía una devoción<br />

profunda y sincera por su madre. Su única meta en la vida<br />

era el bienestar y la preservación de la persona que le había dado<br />

la vida. Aunque lamentaba el resultado de su decisión, no se arrepentía<br />

de haberse casado, a pesar de que su primer pretendiente<br />

hubiera regresado para reclamarla. Habían transcurrido tres<br />

años. ¿Cómo, en ese tiempo y en su estado de ruina, habría podido<br />

subsistir su madre? Aquella mujer excelente era merecedora<br />

de la devoción de su hija. Entre ellas existía una confianza y una<br />

amistad perfectas. Además, la madre no era en absoluto iletrada:<br />

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