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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 93<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

de acceder a todos los deberes y afecciones de la vida. Los milagros<br />

iban a obrarse a mi favor, y la maquinaria de la vida social,<br />

con gran esfuerzo, empezaría a girar en sentido inverso. Atiende,<br />

¡oh, lector!, mientras te relato este cuento de maravillas.<br />

Un día, mientras Adrian e Idris estaban cabalgando por el<br />

bosque, en compañía de su madre y de los habituales, Idris, llevándose<br />

consigo a Adrian aparte y haciéndose acompañar por él<br />

durante el resto del paseo, le preguntó de pronto:<br />

–¿Y qué ha sido de tu amigo, Lionel Verney?<br />

–Desde este mismo lugar donde nos encontramos veo su casa.<br />

–¿De veras? ¿Y por qué, si está tan cerca, no viene a vernos y<br />

frecuenta nuestro círculo de amigos?<br />

–Yo lo visito con frecuencia –le informó Adrian–. Pero no te<br />

costará adivinar los motivos que lo mantienen alejado del lugar<br />

en que su presencia podría disgustar a alguno de nosotros.<br />

–Los adivino –dijo Idris–, y, siendo los que son, no me atrevería<br />

a combatirlos. Dime, con todo, ¿en qué ocupa su tiempo?<br />

¿Qué hace y en qué piensa en el retiro de su casa?<br />

–No lo sé, hermana mía –respondió Adrian–, me preguntas<br />

más de lo que puedo responderte. Pero si sientes interés por él,<br />

¿por qué no vas a visitarlo? Él se sentirá muy honrado, y de ese<br />

modo podrás devolverle parte de la deuda que contraje con él, y<br />

le compensarás por las heridas que la fortuna le ha infligido.<br />

–Te acompañaré a su morada con gran placer –dijo la dama–,<br />

aunque no pretendo saldar con mi visita la deuda que con él tenemos,<br />

pues, siendo ésta nada menos que tu vida, no podríamos cancelarla<br />

nunca. Pero vayamos. Mañana saldremos a cabalgar juntos<br />

y, acercándonos a esa parte del bosque, le haremos una visita.<br />

Así, la tarde siguiente, a pesar de que el cambiante otoño había<br />

traído frío y lluvia, Adrian e Idris se llegaron hasta mi casa.<br />

Me hallaron como a Curio Dentato, cenando frugalmente, aunque<br />

los regalos que me llevaron excedían los sobornos de oro de<br />

los sabinos; además, yo no podía rechazar el valioso cargamento<br />

de amistad y delicia que me proporcionaron. Sin duda los gloriosos<br />

gemelos de Latona no fueron mejor recibidos en la infancia<br />

del mundo, cuando fueron alumbrados para embellecer e iluminar<br />

este «promontorio estéril», que aquella encantadora pareja<br />

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