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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 149<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

promesas, y creo en la fe que ha proclamado, y sin embargo, de<br />

ser así, no perseguiría lo que estoy resuelta a conseguir. ¿Deben<br />

transcurrir dos años más de este modo, nuestra alienación aumentando<br />

día a día, cada acto convertido en una piedra que sirve<br />

para levantar el muro que nos separa? No, Raymond mío, mi<br />

único amado, sola posesión de Perdita. Esta noche, durante la<br />

espléndida recepción, en estas suntuosas estancias, en compañía<br />

de tu llorosa niña nos reuniremos todos para celebrar tu abdicación.<br />

Por mí, en una ocasión, renunciaste a la corona. Fue<br />

en los días primeros de nuestro amor, cuando no podía estar segura<br />

de nuestra felicidad y me alimentaba sólo de esperanzas.<br />

Ahora ya conoces por experiencia todo lo que puedo darte, la<br />

devoción de mi alma, el amor inmaculado, mi sumisión inquebrantable<br />

a ti. Debes escoger entre todo ello y tu Protectorado.<br />

Ésta, noble orgulloso, es tu última noche. Perdita ha puesto en<br />

ella todo lo magnífico y deslumbrante que tu corazón más ama,<br />

pero cuando salga el sol deberás alejarte de estos espléndidos<br />

aposentos, de la asistencia de los notables, del poder y la elevación,<br />

para regresar a nuestra morada del campo. Yo no aceptaría<br />

una inmortalidad de dicha si para lograrla hubiera de soportar<br />

aquí una semana más.<br />

Meditando su plan, dispuesta a proponérselo, llegada la hora,<br />

y decidida a insistir en que él lo aceptara, segura de que la complacería,<br />

el corazón de Perdita se sintió liberado de su carga, exaltado.<br />

<strong>El</strong> color volvió a sus mejillas con la emoción de la espera.<br />

Sus ojos brillaban con la promesa del triunfo en la batalla. Habiéndose<br />

jugado el destino a una sola carta, y con la seguridad de<br />

ganar la partida, ella, de quien he escrito que llevaba el sello de<br />

reina de naciones en la frente, se alzó entonces por encima de la<br />

humanidad y, revestida de un poder sereno, pareció detener con<br />

un solo dedo la rueda de los hados. Nunca como en ese instante<br />

fue tan encantadora, tan divina.<br />

Nosotros, los pastores arcadios del relato, habíamos manifestado<br />

nuestra intención de asistir a la fiesta, pero Perdita nos escribió<br />

para pedirnos que no lo hiciéramos y que nos ausentáramos<br />

de Windsor, pues ella (que no nos reveló sus planes) pensaba<br />

regresar a nuestro querido refugio a la mañana siguiente, para re-<br />

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