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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> <strong>13</strong>8<br />

Mary Shelley<br />

adormecería su disfrute del poder, y las luchas, decepciones y derrotas<br />

no le aguardarían al final de todo lo que expirase al alcanzar<br />

su madurez. Estaba decidido a extraer y condensar toda<br />

la gloria, todo el poder, todos los logros que pudieran conseguirse<br />

en un reinado largo, y ejecutarlos en los tres años que durara<br />

su Protectorado.<br />

Raymond era un ser eminentemente social. Todo aquello de lo<br />

que ahora disfrutaba habría estado exento de placer para él si no<br />

hubiera podido compartirlo con otros. Pero en Perdita poseía<br />

todo lo que su corazón deseaba. Del amor que ella le profesaba<br />

nacía la comprensión; la inteligencia que demostraba la llevaba a<br />

entenderlo sin necesidad de que entre ellos mediaran las palabras.<br />

Durante los primeros años de su unión, sus cambios de humor,<br />

matizados por la contención que aplacaba su carácter, habían supuesto<br />

en Raymond cierto freno a la plenitud de sus sentimientos.<br />

Pero ahora que su serenidad inalterable y su conformismo<br />

tranquilo se sumaban a sus demás cualidades, el respeto que sentía<br />

por ella era tanto como su amor. Los años transcurridos favorecían<br />

la solidez de su unión. Ya no debían adivinar, avanzar a<br />

tientas tratando de intuir el mejor modo de complacer al otro, esperando<br />

que su dicha se prolongara, y a la vez temiendo que terminara.<br />

Cinco años aportaban sobria certeza a sus emociones sin<br />

privarlos por ello de lo etéreo de su emoción. Habían tenido un<br />

hijo, lo que no había hecho menguar en absoluto el atractivo personal<br />

de mi hermana. Su timidez, que en ella casi había equivalido<br />

a incomodidad, se convirtió en aplomo sutil, y la franqueza<br />

sustituyó a la reserva como característica destacada de su fisonomía.<br />

Su voz iba adquiriendo un tono suave, interesante. Acababa<br />

de cumplir los veintitrés, y el orgullo de su feminidad llenaba sus<br />

preciosos deberes de esposa y madre y le otorgaba todo lo que su<br />

corazón siempre había deseado. Raymond era diez años mayor.<br />

A su belleza, dignidad y aspecto noble, añadía ahora gentil benevolencia,<br />

irresistible ternura y una atención delicada y franca a<br />

los deseos de los demás.<br />

<strong>El</strong> primer secreto que existió entre ellos fueron las visitas de<br />

Raymond a Evadne. La fortaleza y la hermosura de la infortunada<br />

griega le habían causado asombro. Al descubrir que ella de-<br />

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