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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 439<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Hacía dos meses, en una cripta más oscura que la que ahora<br />

ocupaba, había contemplado la posibilidad de tenderme y dejarme<br />

morir, pero ahora temblaba ante la idea de mi destino cercano.<br />

Mi mente se entretenía imaginando la clase de muerte que me<br />

infligiría. ¿Me mataría de hambre? ¿O introduciría veneno en<br />

mis alimentos? ¿Acabaría conmigo mientras durmiera o habría<br />

de luchar hasta el fin con mis rivales, aun a sabiendas de que ellos<br />

obtendrían la victoria? Vivía en un mundo cuya exigua población<br />

podría contar un niño con escasos conocimientos de cálculo. Había<br />

pasado muchos meses con la muerte rondando en mis inmediaciones,<br />

mientras a intervalos la sombra de su esqueleto ensombrecía<br />

mi camino. Había llegado a creer que despreciaba a<br />

aquel fantasma de rictus sonriente y me reía de sus burlas.<br />

Cualquier otro destino lo habría saludado con coraje, e incluso<br />

habría acudido a su encuentro con gallardía. Pero ser asesinado<br />

de ese modo, en plena noche, a sangre fría, sin una sola mano<br />

amiga que cerrara mis ojos o recibiera mis últimas bendiciones;<br />

morir en el combate, en el odio y el desprecio; ¡ah!, mi ángel amado,<br />

¿por qué me devolviste la vida cuando ya me había adentrado<br />

en el umbral de la tumba, sólo para, al poco tiempo, arrojarme<br />

a ella convertido en cadáver desfigurado?<br />

Pasaban las horas, los siglos. De poder expresar con palabras<br />

los muchos pensamientos que ocuparon mi mente en interminable<br />

sucesión durante aquel intervalo, llenaría volúmenes enteros.<br />

<strong>El</strong> aire estaba enrarecido, el suelo de la mazmorra mohoso y helado.<br />

Me asaltó un hambre atroz y no oía ni el más leve sonido<br />

del exterior. Aquel rufián había declarado que al día siguiente<br />

moriría. ¿Cuándo llegaría el amanecer? ¿Por qué no clareaba de<br />

una vez?<br />

Mi puerta estaba a punto de abrirse. Oí girar la llave y el movimiento<br />

de barrotes y cerrojos. La apertura de pasadizos intermedios<br />

permitió que llegaran hasta mí sonidos procedentes del<br />

interior del palacio y oí que un reloj daba la una. Pensé que venían<br />

a matarme. Lo intempestivo de la hora no hacía pensar en una<br />

ejecución pública. Me arrimé a la pared más alejada de la entrada<br />

e hice acopio de todas mis fuerzas y mi valor; no me ofrecería<br />

como presa fácil. Lentamente la puerta se abrió, y ya estaba a<br />

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