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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 140<br />

Mary Shelley<br />

alto que el del torreón inexpugnable de Vathek,* para ocultarle<br />

las cuitas de su corazón y los secretos de sus acciones. Pero la idea<br />

le resultaba dolorosa hasta lo intolerable. La franqueza y la participación<br />

de lo social constituían la esencia de la naturaleza de<br />

Raymond. Sin ellas, sus cualidades desaparecían y, sin sus cualidades,<br />

la gloria que prodigaba en su relación con Perdita se esfumaría,<br />

y su decisión de renunciar a un trono por su amor se convertiría<br />

en algo tan débil y vacío como los colores del arco iris,<br />

que desaparecen cuando se oculta el sol. Sin embargo, no había<br />

remedio. Ni el genio, ni la devoción ni el coraje, que eran los<br />

adornos de su mente, ejercidos al unísono y con el mayor de sus<br />

esfuerzos, bastarían para hacer retroceder un ápice las ruedas del<br />

carro del tiempo. Lo que había sido estaba escrito con la pluma<br />

diamantina de la realidad en el volumen eterno del pasado. Y no<br />

había agonía ni lágrimas suficientes para borrar una sola coma<br />

del acto consumado.<br />

Pero ése era el mejor aspecto de la cuestión. ¿Qué sucedería si<br />

las circunstancias llevaran a Perdita a sospechar, y a zanjar la sospecha?<br />

Todas las fibras de su cuerpo cedieron y un sudor frío le cubrió<br />

la frente al pensarlo. Muchos <strong>hombre</strong>s se burlarían de ese temor.<br />

Pero él leía el futuro, y la paz de Perdita le importaba<br />

demasiado, aunque la agonía muda resultara demasiado cierta, demasiado<br />

temible como para no alterarlo. No tardó en decidirse: si<br />

sucedía lo peor, si ella descubría la verdad, no soportaría sus reproches<br />

ni sería testigo de su expresión de dolor. La abandonaría,<br />

dejaría atrás Inglaterra, a sus amigos, los escenarios de su juventud,<br />

las esperanzas del porvenir, e iría en busca de otro país, y en otros<br />

escenarios empezaría a vivir de nuevo. Cuando lo hubo decidido,<br />

se sintió más sosegado. Pensaba conducir con prudencia los corceles<br />

del destino por la senda tortuosa que había escogido, y pondría<br />

todo su empeño en ocultar lo que no era capaz de alterar.<br />

La confianza absoluta que seguía existiendo entre Perdita y él<br />

hacía que lo compartieran todo. Uno abría las cartas de la otra<br />

pues, incluso entonces, sus corazones no se ocultaban mutua-<br />

* Protagonista de la novela homónima de William Beckford cuya desmesura le<br />

lleva a construir una torre altísima, dando así inicio a sus desventuras. (N. del T.)<br />

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