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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 181<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

ta de los cambios que se sucedían a su alrededor. Nunca mencionaba<br />

a su padre en presencia de Perdita, parecía algo asustada<br />

cuando me hablaba a mí de él, y aunque yo trataba de tranquilizarla<br />

en relación con el tema, disuadiéndola de los temores que<br />

teñían las ideas que manifestaba en relación con él, no lo lograba.<br />

Aun así, esperaba con impaciencia la llegada de sus cartas,<br />

distinguía a la perfección los timbres griegos y no me quitaba los<br />

ojos de encima mientras yo las leía. Con frecuencia la descubría<br />

leyendo en el periódico artículos sobre el país heleno.<br />

No hay visión más dolorosa que la de un niño prematuramente<br />

preocupado, más aún, como resultaba evidente en el caso<br />

que nos ocupa, cuando esa preocupación aparece en el ánimo de<br />

alguien que hasta ese momento se ha mostrado alegre. Y a pesar<br />

de todo Clara derrochaba una dulzura y docilidad que movían a<br />

la admiración. Y si es cierto que la pureza de alma pinta las mejillas<br />

de belleza y dota de gracia los movimientos, no había duda<br />

de que sus visiones debían de ser celestiales, pues su semblante<br />

era el colmo del encanto y sus movimientos resultaban más armónicos<br />

que los elegantes saltos de los cervatillos de su bosque<br />

natal. A veces yo abordaba con Perdita el tema de su reserva,<br />

pero ella rechazaba mis consejos, por más que la sensibilidad de<br />

su hija le suscitara una ternura más apasionada aún que la mía.<br />

Transcurrido más de un año, Adrian regresó de Grecia.<br />

Cuando nuestros dos exiliados llegaron a aquel país, turcos y<br />

griegos respetaban una tregua, una tregua que era como el sueño<br />

para el cuerpo, preludio de una actividad renovada tras el despertar.<br />

Con los numerosos soldados de Asia, con todos los arsenales<br />

militares, los barcos y las máquinas bélicas de que el poder<br />

y el dinero podían hacer acopio, los turcos decidieron aplastar sin<br />

dilación a un enemigo que, avanzando paso a paso desde su plaza<br />

fuerte de Morea, había conquistado Tracia y Macedonia y había<br />

conducido a sus ejércitos hasta las puertas mismas de Constantinopla.<br />

Las activas relaciones comerciales de los griegos con<br />

las naciones europeas hacían que éstas contemplaran su éxito<br />

con gran interés. Grecia se preparó para mantener una vigorosa<br />

resistencia y se alzó como un solo <strong>hombre</strong>. Las mujeres, sacrificando<br />

sus valiosos ornamentos, armaron a sus hijos para la gue-<br />

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