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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 77<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

cidos. Pero aquí dentro –y se golpeó el pecho con fuerza– habita<br />

el rebelde, el obstáculo; este corazón que me domina, y del que,<br />

por más que extraiga de él toda la sangre, mientras quede en él<br />

una débil pulsación, seré esclavo.<br />

Habló con voz entrecortada. Al terminar bajó la cabeza y,<br />

ocultándola entre las manos, se echó a llorar. Yo aún estaba recuperándome<br />

de mi propia decepción, y sin embargo aquella escena<br />

me llenaba de terror y no me veía capaz de detener su arrebato de<br />

pasión que, de todos modos, acabó por remitir. Se echó de nuevo<br />

en el sofá y permaneció en silencio, inmóvil. Sólo los cambios de<br />

su expresión evidenciaban un profundo conflicto interior. Al cabo<br />

se puso en pie y me habló con su tono de voz habitual.<br />

–<strong>El</strong> tiempo se nos echa encima, Verney, y debo irme. Pero no<br />

quiero olvidar la razón por la que he venido a verte. ¿Quieres<br />

acompañarme a Windsor mañana? Mi compañía no te va a<br />

deshonrar, y éste es seguramente el <strong>último</strong> servicio, o flaco favor,<br />

que puedes hacerme. ¿Me concederás lo que te pido?<br />

Me tendió la mano con gesto casi tímido. Al momento pensé:<br />

«sí, seré testigo de la última escena del drama». Además su zozobra<br />

me conquistó, y un sentimiento de afecto hacia él volvió a<br />

apoderarse de mi corazón. Le pedí que me condujera hasta allí.<br />

–Sí, eso haré –dijo él alegre–; ahora hablo yo. Reúnete conmigo<br />

mañana a las siete; sé discreto y leal. Y no tardarás en convertirte<br />

en ayuda de cámara.<br />

Tras pronunciar aquellas palabras se ausentó apresuradamente,<br />

montó en su caballo y, extendiendo la mano como si pretendiera<br />

que se la besara, volvió a despedirse de mí entre risas. Una<br />

vez solo me esforcé por adivinar el motivo de su petición y prever<br />

los acontecimientos del día siguiente. Las horas pasaban lentamente.<br />

Me dolía la cabeza de tanto pensar y la zozobra me atenazaba<br />

los nervios. Me sujeté la frente, como si mi mano febril<br />

pudiera servir de alivio al dolor.<br />

Llegué puntual a la cita al día siguiente, y hallé a lord Raymond<br />

esperándome. Subimos a su carruaje y nos dirigimos a<br />

Windsor. Yo me había aleccionado bien a mí mismo y estaba decidido<br />

a no mostrar ningún signo externo de la emoción que agitaba<br />

mi interior.<br />

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