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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 123<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

que hacía imprevisible todo cálculo. Los alimentos, por así decirlo,<br />

brotaban espontáneamente; existían máquinas que suministraban<br />

fácilmente todo lo que la población necesitaba. Pero la<br />

tendencia al mal sobrevivía y los <strong>hombre</strong>s no eran felices, no porque<br />

no pudieran, sino porque no se alzaban para superar los obstáculos<br />

que ellos mismos habían creado. Raymond había de inspirarlos<br />

con su voluntad benéfica, y el engranaje de la sociedad,<br />

una vez sistematizado según reglas precisas, ya nunca sucumbiría<br />

al desorden. Para el logro de tales esperanzas había abandonado<br />

la ambición que durante tan largo tiempo había alimentado: pasar<br />

a los anales de las naciones como un guerrero victorioso. Renunciando<br />

a la espada, la paz y sus glorias duraderas se convirtieron<br />

en su meta, y el título al que ahora aspiraba era el de<br />

benefactor de su país.<br />

Entre las obras de arte que promovía se encontraba la construcción<br />

de una Galería Nacional dedicada a la escultura y la pintura.<br />

Él mismo poseía muchas obras, que planeaba ceder a la República.<br />

Y, como el edificio estaba llamado a convertirse en la<br />

perla de su Protectorado, se mostraba muy puntilloso en cuanto<br />

al diseño de su construcción. Se le presentaron cientos de planes,<br />

que rechazaba sin excepción. Llegó a enviar a dibujantes a Italia<br />

y Grecia para que realizaran bocetos. Pero como la Galería debía<br />

caracterizarse por la originalidad, además de por la perfección de<br />

su belleza, durante cierto tiempo sus esfuerzos no hallaron recompensa.<br />

Al fin le enviaron un dibujo anónimo, aunque con una<br />

dirección de contacto. <strong>El</strong> diseño resultaba nuevo y elegante, aunque<br />

contenía defectos. Tantos que, aunque los trazos eran hermosos<br />

y elegantes, resultaba evidente que no era obra de un arquitecto.<br />

Raymond lo contempló encantado. Cuanto más le gustaba,<br />

más complacido se sentía, a pesar de que a cada inspección los<br />

errores se multiplicaban. Escribió a la dirección indicada expresando<br />

su deseo de reunirse con el dibujante para proponerle cambios,<br />

unos cambios que se le sugerirían en el transcurso del encuentro.<br />

Llegó un griego. Se trataba de un <strong>hombre</strong> de mediana edad y<br />

físico tan ordinario que Raymond dudaba de que pudiera tratarse<br />

de un proyectista, a pesar de su expresión inteligente. Él mis-<br />

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