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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 192<br />

Mary Shelley<br />

res fantasías. Unido a ella, amado por su dulce corazón, no volveré<br />

a conocer la tristeza de hallarme solo. Y si muero antes que<br />

tú, mi Perdita, conserva mis cenizas hasta que puedan mezclarse<br />

con las tuyas. Se trata de una idea absurda para alguien que no es<br />

materialista, pero creo que, incluso en esa celda oscura, tal vez<br />

sienta que mi polvo inanimado se funde con el tuyo, y de ese<br />

modo, cuando me marchite, tendré tu compañía.» En sus días de<br />

resentimiento, recordaba aquellas palabras con acrimonia y desprecio.<br />

Pero también ahora, apaciguada, la visitaban, privándola<br />

del sueño, suprimiendo toda esperanza de su mente inquieta.<br />

Así transcurrieron dos meses, hasta que al fin obtuvimos la<br />

promesa de su liberación. <strong>El</strong> encierro y las dificultades habían minado<br />

su salud. Los turcos temían el cumplimiento de las amenazas<br />

del gobierno inglés si moría en su poder; creían imposible su<br />

restablecimiento y lo entregaron moribundo, dejándonos gustosamente<br />

a nosotros la tarea de celebrar los ritos funerarios.<br />

Llegó por mar a Atenas desde Constantinopla. <strong>El</strong> viento, aunque<br />

favorable, soplaba con tal fuerza que no pudimos recibirlo en<br />

alta mar, como era nuestro deseo. La torre de vigía de Atenas se<br />

veía asediada por los curiosos y se escrutaba la aparición de todas<br />

las velas. Hasta que el primer día de mayo apareció en lontananza<br />

la gallarda fragata, cargada con un tesoro más preciado que todas<br />

las riquezas que, traídas de Méjico, engullía el Pacífico, o que<br />

las que surcaban sus tranquilas aguas para enriquecer la corona<br />

de España. Al amanecer se vio que el barco arribaba a la costa, y<br />

se dedujo que echaría el ancla a cinco millas de tierra.<br />

La noticia se propagó por toda Atenas y la ciudad en pleno se<br />

congregó a las puertas del Pireo, tras descender camino del puerto<br />

por las calles, a través de los viñedos, de los olivares y los campos<br />

de higueras. La algarabía del populacho, los colores vistosos<br />

de sus atuendos, el tumulto de carruajes y caballos, el avance de<br />

los soldados, todo se mezclaba con el ondear de las banderas y el<br />

sonido de las músicas marciales, que se sumaban a la gran excitación<br />

de la escena, puntuada por la solemne majestad de las ruinas<br />

antiguas que nos rodeaban. A nuestra derecha se levantaba la<br />

Acrópolis, testigo de mil cambios, de antigua gloria, del dominio<br />

turco, de la restauración de la ansiada libertad; esparcidos por to-<br />

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