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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 55<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

poderes que sentía crecer en su interior. Y su amor por Evadne se<br />

consolidaba más y más, como si con el paso de los días adquiriera<br />

más certeza de que el sendero que perseguía estaba lleno de dificultades<br />

y que debía hallar su recompensa no en el aplauso o la<br />

gratitud de sus congéneres, ni en el éxito de sus planes, sino en la<br />

aprobación de su propio corazón y en el amor y la comprensión<br />

de su amada, que había de iluminar todos sus trabajos y recompensar<br />

todos sus sacrificios.<br />

En soledad, lejos de los lugares más frecuentados, maduraba<br />

sus ideas para la reforma del gobierno inglés y la mejora del pueblo.<br />

Todo habría ido bien si hubiera mantenido ocultos sus sentimientos<br />

hasta que se hubiera visto en posesión del poder que aseguraría<br />

su desarrollo práctico. Pero era impaciente ante los años<br />

que debía esperar y sincero de corazón, y no conocía el miedo.<br />

No sólo se negó de plano a los planes de su madre, sino que dio<br />

a conocer su intención de usar su influencia para minimizar el poder<br />

de la aristocracia, alcanzar una mayor igualdad en riquezas y<br />

privilegios e introducir en Inglaterra un sistema perfecto de gobierno<br />

republicano. En un primer momento su madre consideró<br />

aquellas teorías como los sueños desbocados de la inexperiencia.<br />

Pero los exponía tan sistemáticamente y los argumentaba con tal<br />

coherencia que, aunque aún parecía mostrarse incrédula, empezó<br />

a temerle. Trató de razonar con él pero, al saberlo inflexible,<br />

aprendió a odiarlo.<br />

Por raro que parezca, aquel sentimiento resultó ser contagioso.<br />

Su entusiasmo por un bien que no existía; su desprecio por lo sagrado<br />

de la autoridad; su ardor e imprudencia, se hallaban en los<br />

antípodas de la rutina habitual de la vida; los más mundanos lo temían;<br />

los jóvenes e inexpertos no comprendían la férrea severidad<br />

de sus opiniones morales, y desconfiaban de él por considerarlo distinto<br />

a ellos. Evadne participaba, aunque fríamente, de sus teorías.<br />

Creía que hacía bien en manifestar su voluntad, pero hubiera preferido<br />

que ésta resultara más inteligible a las multitudes. <strong>El</strong>la carecía<br />

del espíritu del mártir y no le entusiasmaba la idea de tener que<br />

compartir la vergüenza y la derrota de un patriota caído. Conocía la<br />

pureza de sus motivos, la generosidad de su carácter, la verdad y el<br />

ardor de los sentimientos que le profesaba, y ella, a su vez, le tenía<br />

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