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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 330<br />

Capítulo IX<br />

Cuando llegó octubre y los vientos del equinoccio barrieron la<br />

tierra y enfriaron los ardores de la estación insalubre, la mitad de<br />

Inglaterra se hallaba en un estado de desolación. <strong>El</strong> verano, que<br />

había resultado excepcionalmente caluroso, se había demorado<br />

hasta el principio de ese mes cuando, el día 18, un súbito cambio<br />

nos hizo pasar de la temperatura veraniega a la helada invernal.<br />

La peste, entonces, se concedió un respiro en su carrera en pos de<br />

la muerte. Jadeantes, sin atrevernos a dar nombre a nuestras esperanzas,<br />

y sin embargo rebosantes de intensa expectación, nos<br />

alzamos, como el marinero de un barco hundido se alza sobre un<br />

islote desierto en medio del océano observando una nave distante,<br />

imaginando que se aproxima y que luego vuelve a desaparecer<br />

de su vista. La promesa de un nuevo contrato con la vida enternecía<br />

a los más duros, y, por el contrario, llenaba a los más blandos<br />

de aridez y sentimientos antinaturales. Cuando parecía inevitable<br />

que todos íbamos a morir, no nos importaba el cómo y el<br />

cuándo; pero ahora que la virulencia de la enfermedad menguaba,<br />

y ésta parecía dispuesta a salvar a unos pocos, todos deseábamos<br />

hallarnos entre los elegidos y nos aferrábamos a la vida<br />

con cobarde tenacidad. Los casos de deserción se hicieron más<br />

frecuentes, e incluso los asesinatos, los relatos de los cuales horrorizaban<br />

a quienes los escuchaban, pues el temor al contagio<br />

había alzado en armas a unos miembros de la misma familia en<br />

contra de otros. Con todo, las tragedias menores y aisladas estaban<br />

a punto de rendirse ante un interés más poderoso, y mientras<br />

se nos prometía el cese de los influjos infecciosos, una tempestad<br />

más desbocada que los vientos se alzó sobre nosotros, una tempestad<br />

criada por las pasiones del <strong>hombre</strong>, alimentada por sus<br />

más violentos impulsos, inédita, terrible.<br />

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