12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 369<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

–Es posible –respondí, y su semblante se iluminó al momento.<br />

Allí visitaría la tumba de sus padres y un territorio lleno de<br />

los recuerdos de la gloria de Raymond. Silenciosa pero constantemente,<br />

había imaginado la escena una y otra vez. Era el recuerdo<br />

de sus padres lo que había convertido en seriedad su<br />

alegría infantil, lo que había infundido en ella ideas elevadas e<br />

inquebrantables.<br />

Había muchos amigos a los que, a pesar de su humildad, no<br />

podíamos dejar atrás. Y estaba el caballo brioso y obediente que<br />

lord Raymond había regalado a su hija. Debíamos tener también<br />

en cuenta al perro de Alfred, así como a un águila adiestrada que,<br />

con los años, había perdido visión. Pero no podíamos dejar de<br />

sentir tristeza ante aquella lista de elegidos para viajar con nosotros,<br />

pues inevitablemente nos venían al recuerdo todas las pérdidas<br />

sufridas y suspirábamos por las muchas cosas que debíamos<br />

dejar atrás. Las lágrimas asomaban a los ojos de Idris cada<br />

vez que Alfred y Evelyn nos traían ahora su rosal favorito, ahora<br />

un jarrón de mármol hermosamente tallado, e insistían en que<br />

debíamos llevarlos con nosotros, y exclamaban que era una lástima<br />

no poder trasladar también el castillo y el bosque, los ciervos<br />

y los pájaros y todos los objetos que nos rodeaban.<br />

–Pobres infelices –dije yo–; hemos perdido para siempre tesoros<br />

más valiosos que éstos. Y los abandonamos para preservar<br />

otros ante los que, por comparación, no son nada. Tengamos<br />

siempre presentes nuestro objeto y nuestra esperanza, y éstos formarán<br />

un muro que impedirá que nos inunde la tristeza por la<br />

pérdida de las cosas superfluas.<br />

Los niños se distraían fácilmente y pensaban en las diversiones<br />

que les aguardaban en el futuro. Idris, que trataba de ocultar<br />

sus debilidades, había desaparecido. Tras abandonar el castillo,<br />

había descendido hasta el jardín en busca de una soledad que le<br />

permitiera entregarse a las lágrimas. La encontré apoyada en un<br />

viejo roble, presionando los labios contra el tronco rugoso, vertiendo<br />

un mar de lágrimas y sollozando incontrolablemente. Me<br />

partía el corazón ver llorar de ese modo a mi ser más amado. La<br />

atraje hacia mí y, besándole los párpados, rodeándola con mis<br />

brazos, logré que recordara lo que todavía poseía.<br />

369

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!