12.05.2013 Views

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 401<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

allí, todavía rematada por la corona real. ¡Adiós a la gloria heráldica<br />

de Inglaterra! Di la espalda a todas aquellas muestras de<br />

vanidad sin poder evitar asombrarme al pensar que aquellas cosas<br />

pudieran haber despertado el interés de la humanidad. Me incliné<br />

sobre el cadáver de mi amada y, mientras contemplaba su<br />

rostro, percibí que el rigor de la muerte le contraía los rasgos, y<br />

sentí que todo el universo visible se había vuelto tan sombrío,<br />

inane y desconsolado como la imagen fría de barro que reposaba<br />

junto a mí. Por unos instantes se apoderó de mí una sensación intolerable<br />

de negación, de rechazo de las leyes que gobiernan el<br />

mundo. Pero la calma aún visible en el rostro de mi amada trajo<br />

a mi mente un tono más sosegado y me dispuse a cumplir con el<br />

<strong>último</strong> servicio que era capaz de brindarle. No podía lamentarme<br />

por ella, pues la envidiaba por poder disfrutar de «la triste inmunidad<br />

de la tumba».*<br />

La cripta se había abierto hacía poco para alojar a nuestro Alfred<br />

en su interior. La ceremonia, tan habitual en aquellos tiempos,<br />

se había celebrado como correspondía, y el suelo de la capilla por<br />

el que se accedía al sepulcro no había sido sustituido por otro tras<br />

haber sido levantado. Descendí por la escalera y avancé por el largo<br />

pasadizo hasta la cripta que contenía los restos de los antepasados<br />

de mi Idris. Allí distinguí el pequeño ataúd de mi niño. Con<br />

manos apresuradas, temblorosas, construí un catafalco junto a él<br />

y coloqué sobre la estructura algunas pieles y mantones de la India,<br />

los mismos que habían envuelto a Idris en su <strong>último</strong> viaje. Encendí<br />

la lámpara, que parpadeaba en aquella húmeda morada de los<br />

muertos. Deposité a mi amada sobre su lecho final, disponiendo<br />

sus miembros en gesto digno, y la cubrí con un manto, dejando<br />

sólo el rostro sin velar, un rostro que seguía siendo encantador y<br />

plácido. Parecía reposar tras un gran cansancio, sus ojos bellos sumidos<br />

en un dulce sueño. Mas no era así. ¡Estaba muerta! Con qué<br />

intensidad deseé entonces tenderme a su lado, demorarme allí hasta<br />

que la muerte me concediera a mí el mismo reposo.<br />

Pero la muerte no acude a la llamada del desgraciado. Yo me<br />

había recuperado hacía poco de una enfermedad mortal y mi san-<br />

* Letter to a Noble Lord («Carta a un noble lord»), Edmund Burke. (N. del T.)<br />

401

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!