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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-1 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>13</strong>:<strong>59</strong> <strong>Página</strong> 39<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

Me detuve en seco, entrelacé las manos y, con el fervor de un<br />

nuevo prosélito, grité:<br />

–¡No dudes de mí, Adrian, yo también llegaré a ser sabio y<br />

bondadoso!<br />

Y entonces, abrumado, lloré ruidosamente.<br />

Una vez pasado ese arrebato de pasión me sentí más entero.<br />

Me tumbé en el suelo y, dando rienda suelta a mis pensamientos,<br />

repasé mentalmente mi vida pasada. Pliegue a pliegue, fui recorriendo<br />

los muchos errores de mi corazón y descubrí lo brutal, lo<br />

salvaje y lo insignificante que había sido hasta ese momento. Con<br />

todo, en ese instante no podía sentir remordimientos, pues me<br />

parecía que acaba de nacer de nuevo; mi alma expulsó la carga de<br />

sus pecados anteriores para iniciar un nuevo camino de inocencia<br />

y amor. No quedaba nada duro o áspero en ella que nublara los<br />

sentimientos dulces que las transacciones del día me habían inspirado;<br />

era como un niño balbuceando la devoción que siente por<br />

su madre, y mi alma maleable cambiaba por mano del maestro,<br />

sin desear ni poder resistirse a ello.<br />

Así comenzó mi amistad con Adrian, y debo recordar ese día<br />

como el más afortunado de mi vida. Ahora empezaba a ser humano.<br />

Era admitido en el interior del círculo sagrado que separa la<br />

naturaleza intelectual y moral del <strong>hombre</strong> de aquello que caracteriza<br />

a los animales. Mis mejores sentimientos habían sido convocados<br />

para responder convenientemente a la generosidad, sabiduría<br />

y cordialidad de mi nuevo amigo. Él, poseedor de una noble<br />

bondad, se regocijaba infinitamente al esparcir, generoso, los tesoros<br />

de su mente y su fortuna sobre el largamente olvidado hijo del<br />

amigo de su padre, el vástago de aquel ser excepcional cuyas excelencias<br />

y talentos había oído ensalzar desde su infancia.<br />

Desde su abdicación, el difunto rey se había retirado de la esfera<br />

política, aunque hallaba poco placer en su entorno familiar.<br />

La reina destronada carecía de virtudes para la vida doméstica, y<br />

el valor y la osadía que sí ostentaba no le servían de nada tras el<br />

derrocamiento de su esposo, al que despreciaba y a quien no se<br />

molestaba en ocultar sus sentimientos. <strong>El</strong> rey, para satisfacer sus<br />

exigencias, se había alejado de sus viejas amistades, pero bajo su<br />

guía no había adquirido otras nuevas. En aquella escasez de com-<br />

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