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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 409<br />

<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong><br />

apenas se filtraba por un postigo cerrado, en una de las habitaciones<br />

de la planta superior. Acercarse a una casa y constatar que<br />

en ella vivían las mismas personas que antes era toda una novedad.<br />

La puerta de entrada no estaba cerrada con llave, de modo<br />

que la abrí, entré y ascendí por la escalera iluminada por la luna.<br />

La puerta de la habitación de la que provenía la luz estaba entornada,<br />

lo que me permitió ver a Lucy trabajando a una mesa sobre<br />

la que reposaba un quinqué y diversos objetos de costura. Pero<br />

tenía la mano apoyada en el regazo y sus ojos, clavados en el suelo,<br />

indicaban que su mente vagaba lejos de allí. La preocupación<br />

y el sufrimiento, visibles en su rostro, le restaban parte de su<br />

atractivo, pero la sencillez de su vestido y su tocado, su actitud<br />

reservada y la única vela que proyectaba luz sobre ella, confirieron<br />

por un momento una imagen pintoresca al conjunto. Una realidad<br />

temible se impuso a mi pensamiento: sobre la cama yacía<br />

una figura cubierta con una sábana. Su madre estaba muerta, y<br />

Lucy, separada del mundo, abandonada y sola, velaba el cadáver<br />

en la noche cerrada. Entré en el cuarto y mi inesperada aparición<br />

provocó un grito de espanto en la única superviviente de una nación<br />

difunta. Mas no tardó en reconocerme y se compuso al momento,<br />

acostumbrada como estaba a ejercer el control sobre sí<br />

misma.<br />

–¿No me esperaba? –le pregunté con la voz queda que la presencia<br />

de los muertos nos hace adoptar de manera instintiva.<br />

–Es usted muy bueno –respondió ella– por haber venido personalmente.<br />

Jamás podré agradecérselo lo bastante. Pero es demasiado<br />

tarde.<br />

–¿Demasiado tarde? –exclamé yo–. ¿Qué quiere decir? No es<br />

demasiado tarde para sacarla de este lugar desierto, para llevarla<br />

a...<br />

Mi propia pérdida, que había olvidado mientras me dirigía a<br />

ella, me obligó a volverme para que no me viera; las lágrimas me<br />

impedían hablar. Abrí la ventana y observé el círculo menguante,<br />

fantasmal, tembloroso, en lo alto del cielo, y la tierra helada y<br />

blanca que se extendía debajo. ¿Vagaba el espíritu de la dulce<br />

Idris por el aire cristalizado de luna? No. Seguro que su morada<br />

sería más apacible y hermosa.<br />

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