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018-El último hombre-1 28/11/07 13:59 Página 1 - Cermi

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<strong>018</strong>-<strong>El</strong> <strong>último</strong> <strong>hombre</strong>-2 <strong>28</strong>/<strong>11</strong>/<strong>07</strong> <strong>11</strong>:58 <strong>Página</strong> 334<br />

Mary Shelley<br />

por momentos, el pánico se apoderaba de todo el mundo y la escasa<br />

resistencia presentada sólo servía para multiplicar la audacia<br />

y la crueldad del enemigo, que hablaba ya de la toma de Londres,<br />

de la conquista de Inglaterra, y nos traía a la memoria heridas<br />

que durante mucho tiempo se habían creído olvidadas. Con<br />

aquellos actos de fanfarronería demostraban más sus debilidades<br />

que sus fuerzas, pero aun así eran capaces de causar graves daños<br />

que, si culminaban en su aniquilación, los convertirían al fin en<br />

objeto de compasión y remordimiento.<br />

Se nos había enseñado que al principio de los tiempos la humanidad<br />

dotaba a sus enemigos de atributos imposibles y que, a<br />

partir de detalles que se propagaban de boca en boca, ésta podía<br />

–como el Rumor siempre creciente de Virgilio– tocar el cielo con<br />

su frente y agarrar a Eósforo y Lucifer con sus manos extendidas.<br />

La Gorgona y el Centauro, dragón y león de pezuñas férreas,<br />

monstruo marino e hidra gigantesca, eran sólo ejemplos de los relatos<br />

raros y terroríficos que sobre nuestros invasores llegaban a<br />

Londres. No se sabía cuándo invadirían, pero ya se encontraban<br />

a cien millas de Londres y los campesinos huían antes de su llegada,<br />

y todos ellos exageraban el número, la furia y la crueldad<br />

de los asaltantes. Los tumultos llenaban las calles hasta hacía<br />

poco tranquilas; las mujeres y los niños abandonaban sus hogares<br />

y escapaban, aunque no sabían adónde ir; los padres, esposos<br />

e hijos temblaban de miedo, no por ellos mismos, sino por sus familiares<br />

indefensos. A medida que las gentes del campo atestaban<br />

Londres, los habitantes de la ciudad se desplazaban hacia el sur,<br />

se encaramaban a los edificios más altos, suponiendo que, desde<br />

ellos, lograrían divisar el humo y las llamas que los enemigos propagaban<br />

a su alrededor. Como Windsor quedaba, en gran medida,<br />

dentro de la línea de avance desde el oeste, trasladé a mi<br />

familia a Londres, dispuse la Torre como lugar de residencia y,<br />

reuniéndome con Adrian, me sumé a la lucha inminente en calidad<br />

de teniente.<br />

Dedicamos sólo dos días a los preparativos, pero hicimos<br />

buen uso de ellos. Se hizo acopio de artillería y armas. Se reagruparon<br />

efectivos de regimientos que habían quedado dispersos y<br />

se les dio una apariencia de disciplina militar que serviría tanto<br />

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