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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

ajeno a la clase alta que lo consideró dictador. Después de su destierro no tuvo el<br />

apoyo familiar y social local para defender su memoria en Chile, dejando que se<br />

desarrollaran leyendas sesgadas.<br />

Llama especialmente la atención del observador extranjero el desequilibrio de<br />

criterios que subsisten en la hagiografía y memoria colectiva chilena en cuanto<br />

a la evaluación de los papeles respectivos de O’Higgins y de Carrera, incluso<br />

hoy en día. En particular, el nivel de “exigencia” que muchos de los historiadores<br />

chilenos 57 aplican a posteriori a O’Higgins, frente a la complacencia que tienen por<br />

Carrera en materia de conducta política y patriótica, revela un sesgo sorprendente.<br />

Es un sesgo inexplicable presentar en términos peyorativos el autoritarismo legal<br />

del primero, cuando los mismos consideran como heroísmo la dictadura ilegal del<br />

segundo. El primero sostuvo lealmente todas las juntas de gobierno legalmente<br />

constituidas, y después como Director Supremo actuó en forma poco común en el<br />

marco constitucional y respetó generalmente a los poderes legislativo y jurídico 58 ,<br />

el segundo, en cambio, conspiró contra todas las juntas o gobiernos que no<br />

estaban bajo su mando directo y violó sistemáticamente los poderes legislativo<br />

y judicial. El primero, promotor de la representatividad popular, queda manchado<br />

por haber postergado elecciones y por su intervención en ellas, en tanto que los<br />

cuatro golpes sucesivos del segundo pasan por idealismo cívico. La preocupación<br />

panamericanista y las alianzas con Argentina y San Martín del primero, fueron<br />

criticadas como falta de patriotismo, en tanto que las atrocidades, las montoneras<br />

y las repetidas conspiraciones del segundo en contra de las autoridades legítimas<br />

de los independentistas no son reconocidas o son absueltas.<br />

Como lo subraya Julio Heise, “en los seis años de gobierno, jamás pasó por<br />

la mente de O’Híggíns la idea de aprovechar su inmensa popularidad o la fuerza<br />

armada incondicionalmente a sus órdenes, para acrecentar indebidamente sus<br />

atribuciones” 59 . Su republicanismo fue sin falla. El testigo perspicaz que fue la<br />

viajera Mary Graham comenta en 1822: “...el Director Supremo, quien podía<br />

haberse hecho señor absoluto si hubiera tenido un rastro de ambición. Es curioso<br />

que un soldado afortunado como O’Higgins, tenga la sensatez de ver el peligro<br />

del poder absoluto, y el buen sentido de evitarlo; él, sin embargo, posee ambas<br />

cualidades y disuelto el Senado, ha convocado una asamblea deliberante con el<br />

objeto de formar una constitución permanente” 60 .<br />

...sin respetar la división de los poderes...<br />

La Constitución Provisoria de 1818 no constituía una democracia, sino una<br />

transición hacia una república democrática mediante un proceso de fiscalización<br />

de las facultades casi omnímodas del Director Supremo, circunscribiendo estos<br />

57 Hay muchas excepciones, una notable es Jocelyn-Holt, ob. cit., pp. 173-175.<br />

58 Aunque respetuoso del Poder Judicial, el gobierno de O’Higgins cometió indiscutibles errores al intervenir<br />

arbitrariamente en materia de justicia en algunos casos precisos: en asuntos de deudas contratadas por los<br />

Carrera en Argentina. En ausencia de O’Higgins, Hilarión de la Quintana dio órdenes arbitrarias para cobrar<br />

estos pagos con los bienes de la familia en Chile; también O’Higgins en persona ordenó desterrar a Mendoza,<br />

al Presbítero Eyzaguirre que había mandado a expulsar de la Catedral a la señora Manuela de Prieto por<br />

razones de vestimenta inadecuada. Ver Orrego Vicuña, ob. cit., pp. 93-97.<br />

59 Heise, Julio, Años... pp. 118-119.<br />

60 Graham, María, Diario de mi residencia en Chile en 1822. Ed. del Pacífico, Santiago 1956, p. 54.<br />

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