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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

O’Higgins no descansó, Soler lo hizo, no sólo cometió un error: faltó a su deber<br />

y puso en jaque la victoria, su actitud fue violentamente vituperada en Buenos<br />

Aires y lo enseña una Carta que O’Higgins recibió a los dos meses, de Jaime<br />

Zudáñez: “Me ha sido muy doloroso saber, de un modo indudable, que el Brigadier<br />

Soler se portó en la acción decisiva de Chacabuco con la más completa inequidad,<br />

quedando en inacción con la mayor parte de nuestras tropas, que estaban a su<br />

mando, en las circunstancias más apuradas, y que si contra órdenes no entra en<br />

acción el valiente Necochea, nos exponemos a un contratiempo funesto”.<br />

En el vallecito, destacadas las guerrillas, el fuego de fusilarla de éstas se<br />

hizo parejo de una y otra parte, aunque no dañaba 8 . Pero, bruscamente, según<br />

Quintanilla, sin orden de Maroto (el Brigadier español no la recuerda), “el batallón de<br />

Chiloé se precipitó desordenadamente, haciendo fuego en pelotones y ocupando<br />

la posición de nuestras guerrillas de infantería”. Los Granaderos concuerdan:<br />

“Los enemigos en columna mal formada o pelotones quisieron avanzar por<br />

nuestra izquierda”. Cruz, por su parte, refiere que esas tropas “pretendían tomar<br />

un terreno algo quebrado e incomodar a nuestra caballería, por lo que O’Higgins<br />

hizo salir otra guerrilla para que se interpusiese, produciéndose un tiroteo más<br />

decidido y próximo. “La enemiga fue reforzada inmediatamente –sigue Cruz– y en<br />

ese momento lo repetía Cramer: ‘General, carguémosle a la bayoneta’. ‘Y si no se<br />

hace me llevan los diablos’, le contestó. Antes se le había callado”.<br />

Fue el instante decisivo y los acontecimientos se precipitaron. La recomendación<br />

de San Martín ya no podía tener validez desde que no era O’Higgins quien movió<br />

al Chíloé. Trece años después, en una Carta a Juan Egaña que ha sido traída<br />

muchas veces al tapete de la crítica, se dice que el patriota chileno contestó<br />

un cargo que sus enemigos de entonces difundían empeñosamente: “Yo he<br />

sido acusado de temerario por haberme arrojado a atacar con 700 bayonetas<br />

más de tres tantos este número en los altos de Chacabuco, pero los que hacen<br />

esa acusación son incapaces de juzgar mis motivos y sentimientos en aquella<br />

ocasión. Ellos ignoraban el juramento que hice durante 36 horas de combate en<br />

Rancagua: ellos no sabían los clamores y ruegos que diariamente ofrecía a los<br />

cielos desde aquel día aciago hasta el 12 de febrero; ellos no eran sensibles a los<br />

abrasadores sentimientos que me consumían”.<br />

La frase, tocada de la moda épico-romántica de la época, nada dice. Es sólo el<br />

desahogo dificultoso de un mal estilista y no la réplica de un viejo militar y acusa,<br />

todavía, muy poca concentración volitiva para recordar en su integridad el hecho<br />

que comenta, pues confunde las cifras y el lugar.<br />

O’Hlggins, en verdad, no pretendió con ella levantar un cargo que se hacía a su<br />

conducta, que lo habría logrado con conceptos más precisos, sino sólo sacudiese<br />

de una cantinela más de las muchas que entonces utilizaban sus detractores y<br />

le tenían hastiado. Por lo demás, no escribía a un militar sino a un intelectual<br />

totalmente apartado de las prácticas castrenses, y por ello le habló en su idioma.<br />

No eran momentos para inundar la mente con sentimientos, sino para la acción.<br />

Con todo su ser puesto en el entrevero observó que los refuerzos realistas habían<br />

progresado unas dos cuadras y que su guerrilla perdía terreno, replegándose<br />

8 Los puntos de chispa de la época no eran eficaces a distancia mayores de doscientos metros.<br />

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