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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

Don Benjamín cuenta que, en una hermosa mañana del 10 de octubre de 1818,<br />

el Director Supremo General Bernardo O’Higgins, que dirigía a Santiago desde lo<br />

que hoy se conoce como el Alto del Puerto, “echó la mirada hacia el fondo de<br />

la bahía y vio cuatro buques con la bandera chilena, que daban vela en aquel<br />

momento”. Lo que le motivó a decir a sus acompañantes: “Tres barquichuelos<br />

despachados por la Reina Isabel dieron a la España el continente americano,<br />

y esos cuatro buques que acabamos de preparar nosotros, le arrancaran su<br />

importante presa”.<br />

Aquellos cuatro buques eran la Primera Escuadra Nacional, que se componía<br />

del San Martín, la Lautaro, la Chacabuco y el Araucano, tripulados por 1.100<br />

hombres, llevando un total de 120 cañones. Su primera misión era batir las fuerzas<br />

españolas que se suponía habían doblado ya el Cabo de Hornos, compuestas<br />

por la María Isabel, de 44 cañones; la Atocha, de 20; y el San Fernando, de otros<br />

tantos; además de cinco transportes con tropas y pertrechos.<br />

Este acontecimiento, nos recuerda Vicuña Mackenna, no sucedió por<br />

casualidad, sino como producto de la indiscutible condición de estadista del<br />

Capitán General Bernardo O’Higgins, poseedor de claros conceptos de estrategia<br />

marítima. En efecto, al ser designado Director Supremo, después de la victoria<br />

de Chacabuco, se inicia para él su etapa de hombre de Estado, terminando la<br />

del guerrero, que tanta significación tuvo para la lucha por la libertad de nuestro<br />

país. En esta nueva faceta de su quehacer ciudadano, O’Higgins se esforzó por<br />

asegurar el porvenir de Chile, íntimamente ligado al de América.<br />

Al cooperar generosamente a la causa de la libertad de todo el continente,<br />

el prócer no hizo otra cosa que cumplir con el juramento que, antes de partir de<br />

Londres, hiciera a Miranda. Al mismo tiempo demostraba que en el corazón de<br />

los chilenos anida la gratitud, pues iba a devolver con creces la ayuda para la<br />

liberación nacional, trabajando por la libertad de otros pueblos americanos.<br />

La más valiosa lección que había recibido O’Higgins durante su estadía en<br />

Europa, especialmente en Inglaterra, es la de que un pueblo de costas dilatadas<br />

no es dueño de su propio destino, mientras no domine las rutas marítimas. Esto<br />

nunca lo olvidó y, tan pronto como se hizo cargo del Gobierno, multiplicó los<br />

esfuerzos para la creación de una Fuerza Naval, de la que esperaba, no sólo el<br />

dominio de las vías de comunicaciones marítimas, sino la protección necesaria<br />

para transportar un ejército que al dar la libertad al Perú, pusiera definitivamente<br />

término a la denominación española en el continente.<br />

Los desvelos y sacrificios que esa Fuerza Naval costó a Chile, están señalados<br />

en las páginas de la historia.<br />

Los desvelos de O’Higgins, secundado por su ministro Zenteno, son conocidos,<br />

pero es conveniente recordar el pensamiento marítimo del Padre de la Patria, y<br />

alguno de los hechos que son precursores de nuestra Armada Nacional, uno de<br />

los pilares en que descansa la soberanía y seguridad del Estado y de la nación<br />

chilena.<br />

La idea de formar un Poder Naval siempre estuvo presente en O’Higgins.<br />

Estando en Mendoza, en 1816, escribió a su amigo Hipólito Villegas, quien<br />

fuera, posteriormente, su ministro de Hacienda, lo siguiente: “La expedición a<br />

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