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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

El encuentro de don Bernardo con Bolívar y su deseo de seguir luchando por<br />

la causa de la libertad; su esforzada dedicación al trabajo de su hacienda de<br />

Montalván “que había recibido sin aperos y sin maquinarias, en circunstancias<br />

que no tenía capitales para su explotación”, son capítulos por demás conocidos.<br />

Deteniéndonos –como es nuestro propósito– en la parte afectiva y familiar de don<br />

Bernardo O’Higgins, el historiador Valencia Avaria nos entrega antecedentes de<br />

vivo interés: “En febrero de 1829 se presentó en la hacienda un joven sobrino<br />

suyo, José Borne y Puga con cartas que remecieron sus recuerdo. Una de Nieves<br />

Puga, su media hermana viuda y en difícil situación, le enviaba al joven, el mayor<br />

de sus tres hijos, para que le colocara en algún empleo. O’Higgins lo dejó en la<br />

hacienda como ayudante suyo”.<br />

Demetrio, el hijo de los amores del ex Director Supremo con Rosario Puga,<br />

terminó entonces sus estudios de gramática latina y retórica en el colegio del<br />

preceptor Antonio Pacheco, siendo presentado luego a la Universidad de San<br />

Marcos. Se dice que fue un alumno de condiciones superiores. A los 19 años<br />

había completado sus estudios; posteriormente don Bernardo lo llevó a Montalván,<br />

“para adiestrarle en las tareas de la hacienda”. En Lima se realiza el matrimonio<br />

(le Petronila Riquelme, la pariente de doña Isabel, con José Toribio Pequeño).<br />

El amor y la devoción de su madre y hermana parecen acrecentarse lejos de la<br />

patria. Doña Rosa, su hermana, se hace cargo de la administración de la hacienda<br />

cuando las circunstancias así lo requerían.<br />

Los últimos días de 1838 habían sido ingratos para el prócer. La situación<br />

económica era conflictiva y su madre estaba postrada seriamente enferma.<br />

“Fueron días de honda congoja para sus hijos”.<br />

Doña Isabel, la muy amada madre, fallecía en Lima el 21 de abril de 1839.<br />

“Soldados chilenos –nos dice don Benjamín Vicuña Mackenna– cargaron el féretro<br />

de la que había llevado en su seno al primer soldado chileno que recordaran las<br />

edades. El general Bulnes y su brillante estado mayor presidieron las exequias<br />

de la madre del ilustre proscrito, cuya pompa hizo recordar las que en pasados<br />

años se habían celebrado en aquella corte a la muerte de las altivas virreinas<br />

españolas”.<br />

“He tenido la cabeza distraída y hasta perdida la memoria con lo que ha<br />

pasado”, confesaba don Bernardo pasados diez días.<br />

La soledad del ilustre patriota sólo encontró alivio en la ternura, fidelidad y<br />

devoción de su hermana. Ante tanto dolor, nuevamente volvió los ojos hacia<br />

su patria. Ya no tenía más que un solo anhelo, un profundo y doloroso anhelo:<br />

regresar a su tierra.<br />

A fines de 1839 se dirigió a Montalván, permaneciendo allí todo el año 1840.<br />

En enero de 1841 y sintiéndose bruscamente mal mientras cabalgaba, decide<br />

viajar a Lima, quedando su hermana Rosa en la hacienda.<br />

Una gran angustia se apoderó de doña Rosa al conocer el diagnóstico médico:<br />

“el corazón me lo avisaba –le escribía el 6 de febrero de 1841 desde Cerro<br />

Azul– desde que estoy aquí no se me ha apartado un punto el pensamiento de<br />

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