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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

“Con su muerte queda vacante el empleo de Presidente y Capitán General y<br />

si para este cargo tuviere V.E. a bien recomendar a S.M. mi corto mérito, le seré<br />

eternamente agradecido.<br />

Sobre todo confío en que mientras V.E. se halle (Dios lo guarde) a la parte del<br />

ejército y mando de los pueblos de América no quedarán desairados mis servicios<br />

y única esperanza que invariablemente he tenido siempre en el favor de V.E...” 90 .<br />

Los aspirantes al cargo eran otros tres militares y funcionarios de acreditado<br />

prestigio; pero ninguno alcanzaba a igualar los méritos sobresalientes de Higgins.<br />

Don Tomás Álvarez de Acevedo había sido designado por la Audiencia como<br />

reemplazante interino del Presidente fallecido. Y, de modo casi simultáneo, el<br />

Cabildo lo recomendó para su nombramiento en propiedad. Muy luego aparecieron<br />

otros dos pretendientes: don José Antonio Eslava, antiguo Teniente Coronel, y<br />

don Francisco de la Mata Linares, Coronel de talento reconocido.<br />

Si creyéramos a don Ambrosio que el único protector que le amparaba era el<br />

Ministro Gálvez, deberíamos aceptar también que sólo los destacables méritos<br />

personales, que indudablemente tenía, hicieron posible su nombramiento como<br />

Gobernador y Capitán General del Reino de Chile, Presidente de la Audiencia de<br />

Santiago, Superintendente Subdelegado de la Real Hacienda e Intendente de la<br />

Provincia de Santiago, designación acordada por el Rey el 10 de agosto de 1787,<br />

y luego consignado por decreto del 27 de octubre.<br />

El Ministro Gálvez había fallecido inesperadamente el 17 de julio, un mes y<br />

veintitrés días antes de aprobarse la nueva designación. Desaparecido su “único<br />

protector y apoyo” se habrían esfumado las posibilidades de culminar su carrera<br />

en Chile, ocupando la Capitanía General del Reino. Pero, como está señalado, su<br />

nombramiento prosperó con aparente facilidad.<br />

El nuevo Capitán General era diestro conocedor de los manejos administrativos<br />

practicados en España respecto de las Colonias. Desde sus primeras<br />

designaciones fue cultivando, además, pacientemente, amigos y protectores,<br />

tanto en la Península como en América. Algunos autores sospechan que utilizó<br />

parte de sus riquezas en el cultivo de estas simpatías gubernamentales. Don Luis<br />

Montt expresa, en efecto, lo siguiente:<br />

“Aparte de su indisputable mérito, ¿cuántos doblones costaría al extranjero<br />

don Ambrosio Higgins adormecer la suspicacia de la metrópoli, para elevarse de<br />

modesto Capitán de Dragones de la Frontera de Chile hasta Virrey del Perú?” 91 .<br />

Don Miguel Luis Amunátegui es todavía más incisivo y mordaz. Después de<br />

sostener que “don Ambrosio fue uno de los Presidentes más distinguidos que<br />

gobernaron este reino, i uno de los hombres más extraordinarios que aparecieron<br />

en los últimos tiempos de la dominación española”, agrega que “siendo pobre,<br />

había tenido que proporcionarse dinero para ganarse los favores de una corte<br />

venal”.<br />

El señor Amunátegui continúa acentuando progresivamente los, tonos<br />

negativos que lo aproximan a don Vicente Carvallo:<br />

90 J.T. Medina: Manuscritos, Vol. 20,0.<br />

91 Luis Montt: Revista Chilena, Tomo VII, p. 295.<br />

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