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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

en vano intentaron cruzar bajo el fuego de los realistas y finalmente retrocedieron<br />

en desorden hasta la boca de la quebrada.<br />

Lanzadas de nuevo al ataque las columnas de O’Higgins, mientras los<br />

granaderos de Zapiola cargaban y acuchillaban a los artilleros realistas, la posición<br />

enemiga fue tomada a la bayoneta y la infantería de Maroto formó cuadro en el<br />

centro de su campo. El coronel Alvarado, con la vanguardia del ala derecha, al<br />

mismo tiempo capturó el cerro situado a la izquierda de los realistas, mientras<br />

Necochea y Escalada cargaban contra la caballería en la retaguardia. Luego,<br />

los vencedores se lanzaron simultáneamente contra el cuadro, que muy pronto<br />

fue quebrado. Algunos de los fugitivos corrieron en dirección de las casas de la<br />

hacienda, pero encontraron su retirada cortada por Soler y tuvieron que rendirse<br />

a discreción. Otros intentaron huir por el valle y allí fueron exterminados por los<br />

granaderos”.<br />

La confesión de O’Higgins a la que alude Mitre es una carta de 1830, escrita a<br />

Don Juan Egaña desde el Perú. En ella, respondiendo a la acusación de temeridad<br />

en la batalla de Chacabuco, el principal héroe de esta jornada bélica evoca las<br />

motivaciones y emociones que, en las horas amargas del sitio de Rancagua lo<br />

hicieron jurarse la consecución de una futura derrota de las huestes realistas.<br />

Encontró la ocasión ese 12 de febrero de 1817 ante las tropas de Maroto, lanzando<br />

en su contra a las suyas, tres veces menos numerosas y apenas apoyadas<br />

por trescientos jinetes. Para galvanizar el ímpetu de las setecientas bayonetas<br />

caladas de su infantería acudió a la repetición de sus épicas palabras de un 17 de<br />

octubre de 1813 en la sorpresa de El Roble: “¡Soldados, vivir con honor o morir<br />

con gloria, el valiente sígame; columnas, a la carga!”.<br />

Desde el punto de vista de la elocuencia militar, estas expresiones cumplen a<br />

cabalidad el requisito de ser breves, afirmativas y eficaces, es decir, perfectamente<br />

adecuadas para estimular la inmediata entrada en combate. La disyuntiva<br />

fundamental de esas palabras de O’Higgins: “Vivir con honor o morir con gloria” no<br />

sólo constituye una noble consigna de soldados o de marinos en trance inminente<br />

de actuación guerrera, sino que bosqueja un sistema de normas vigente para el<br />

transcurso entero del oficio marcial. Pero hay más aún en la disyuntiva ya célebre<br />

de “Vivir con honor o morir con gloria”: hay un imperativo de existencia colectiva<br />

referido al modo de conducirse cada uno de los individuos pertenecientes a la<br />

nación que el prócer Bernardo O’Higgins libertó, gobernó y organizó, con miras a<br />

superiores destinos. Dicho imperativo de existencia colectiva se nos da regulado<br />

por dos líneas paralelas de carácter moral o ético: el honor en cuanto es un<br />

repertorio de severo cumplimiento de todos nuestros deberes y la gloria en cuanto<br />

es la estela de buena reputación inherente al desempeño satisfactorio de todas<br />

nuestras obligaciones.<br />

Tras un frustrado intento de que San Martín le proporcionara mil soldados<br />

para invadir el valle de Rancagua y luego apoderarse de Valparaíso e impedir a<br />

los españoles escapar por vía marítima, O’Higgins, dejó caer una frase de gran<br />

resonancia histórica: “Este triunfo y cien más será insuficiente si no dominamos el<br />

mar”. A poco de correr el tiempo, él mismo fue reuniendo los recursos financieros<br />

nada fáciles que llegaron a configurar la presencia naval de Chile en el Pacífico.<br />

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