REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins
“No puedo dejar en silencio el justo elogio que tan dignamente se merece el
citado O’Higgins, a quien debe contar Vuestra Excelencia por el primer soldado
capaz en sí solo de reconcentrar y unir heroicamente el mérito de glorias y triunfos
del Estado Chileno.”
La junta de Gobierno, que se había trasladado a Talca, para estar cerca de
las operaciones, resuelve pedir a Carrera la renuncia al mando del Ejército;
proponiendo en su reemplazo a O’Higgins. Inicialmente éste no acepta, pero una
carta de su amigo Mackenna lo convence. El 9 de diciembre de 1813 el nuevo
general en jefe del Ejército, jura ante la Junta de Gobierno.
El 31 de enero de 1814, desembarca una nueva fuerza realista en la bahía
de Arauco, al mando del brigadier Gabino Gaínza; quien enfrentará a O’Higgins
y a Mackenna en Quilo y Membrillar; ambos son triunfos patriotas. Se concentra
y reorganiza el ejército patriota, al mando de O’Higgins. El 3 de mayo se firma
el histórico Tratado de Lircay, tratado que produce especial agitación política en
Santiago y en Lima.
José Miguel Carrera y su hermano Luis, prisioneros de los realistas en Chillán,
logran evadirse; se trasladan a la capital y aprovechando el descontento por el
tratado de Lircay, organizan un golpe revolucionario, que tuvo como consecuencia
la caída del gobierno; llaman a un cabildo abierto y nombran una nueva Junta, la
que será presidida por Carrera.
Toman prisionero al Director Supremo de La Lastra, y al brigadier Mackenna.
Este hecho enfrentará a O’Higgins y los Carrera, el 26 de agosto en “Tres
Acequias”.
Se había consumado el mayor desatino que tuvo la Patria Vieja: O’Higgins y
Carrera enfrentados en los campos de batalla al sur de Santiago. Lo que facilitaría
el triunfo del nuevo general que el virrey enviaba para pacificar a Chiloé y volverlo
a la obediencia del rey de España.
El virrey Abascal en el Perú no aceptó el Tratado de Lircay firmado por Gaínza.
En julio de 1814 le ordena, al mejor oficial que por entonces tenía el Virrey del
Perú, coronel Mariano Osorio que, con un refuerzo considerable y un nuevo
cuadro de oficiales, se traslade a Chile para asumir el mando del ejército realista
y continuar la guerra, hasta la total sumisión de la Colonia.
En agosto Osorio llega a Chillán, después de desembarcar en Talcahuano,
donde somete a proceso a Gaínza. Reorganiza el ejército y marcha hacia el norte,
en procura de la capital.
Ante este ejército bien organizado, con buen armamento, disciplina y mando,
se presentaba el ejército patriota falto de esos mismos atributos, con su oficialidad
recelosa y sus generales aparentemente en armonía, pero en el fondo separados
por un abismo de suspicacias y desconfianzas.
Osorio no dejó alternativas: someterse voluntariamente deponiendo las armas,
o ser reducidos a viva fuerza. En esta situación, la voluntad de los jefes patriotas
se sobrepuso a las dificultades para organizar las tropas que debían, en un
supremo esfuerzo, salvar a Chile de la furia realista.
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