REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins
por el Gobernador de Chile, Bernardo Higgins, cuyo pasaporte estaba a nombre
de Bernardo Riquelme, llegó a Londres por octubre de 1795. A insinuación de
un mercader español amigo suyo, el Marqués del Maule encargó el pupilo a un
par de relojeros ingleses que giraban con la firma Spencer y Perkins. Los cuales
resultaron rapaces administradores de los dineros consignados por intermedio de
Don Nicolás de la Cruz al estudiante chileno. Quien, no pocas veces, careció
junto al Támesis de recursos para su mantención y para el pago de sus lecciones.
A comienzos de 1799 tomó un barco para Cádiz, con un recalada de veinte días
en Lisboa. En España, sirviendo por el alojamiento y la comida en el almacén del
señor de la Cruz, Bernardo no fue más dichoso que en Inglaterra. Por fin el 14 de
abril de 1802 figuraba de pasajero en la fragata “Aurora” y un 6 de septiembre de
igual año desembarcaba en Valparaíso.
Los hitos de permanencias en Chillán, Talca, Lima, Cádiz y Londres, bien
visualizados al hilo de los propósitos de buena crianza y superior educación del
Gobernador de Chile para su hijo, corresponden a centros urbanos de ambiente
social y cultural cada vez más denso. En particular, a título de capital del Virreinato
del Perú, la ciudad de Lima era la más opulenta, más cortesana y más instruida de
América Hispana. Cádiz, a causa de ser la entidad portería peninsular de mayor
ida y venida de barcos a Indias o a Iberia, constituía un receptáculo propicio al
arribo de levantiscos indianos y criollos de ambos océanos; Londres, por artes
de su navegación, su comercio y su industria de gran estilo, hacía de cabeza
filosófica, estética y política de una Europa en expansión.
Necesariamente, entonces, años en el regazo colonial limeño; tres años en
el almácigo gaditano de hispanos y americanos independentistas, y cuatro años
en el crisol londinense de ideas liberales y libertarías, debían, sin la menor duda,
imprimir su sello distintivo en la mentalidad y en la sensibilidad juveniles de
Bernardo Higgins adolescente. Cualesquiera que fuesen los resultados de sus
estudios formales, él se nutrió con aprovechamiento perdurable del influjo reflejo
de la convivencia británica, de las lecturas en lengua inglesa y de la conversación
porvenirista de patricios o de soñadores hispanos y americanos residentes o
paseantes de Cádiz a Londres o viceversa. Tales experiencias intelectuales o
emocionales de largo plazo, configuraron los rasgos capitales de la inteligencia
clara, la voluntad disciplinada y la constancia tenaz del carácter tempranamente
adulto de quien diera sus primeros pasos entre Chillán y Talca.
Esa serie de largos años de educación europea bajo una atmósfera de
incitaciones intelectuales, morales y sociales de nuevo cuño, aunque exenta de
genialidades reales o presuntas y sí cuidadosa de talentos bien encaminados a
la creación de obras duraderas, hace la diferencia específica en el temple de la
idiosincrasia personal de Bernardo O’Higgins respecto de sus contemporáneos
José de San Martín y Simón Bolívar u otros de radio de acción menos sonada en
lo militar, lo gubernativo y lo político. No decimos que éstos no hayan estudiado
en Europa ni negamos que hayan tomado parte en actuaciones bélicas de
aquellos días. Lo que decimos es que lo estuvieron de distinta manera y sin la
lenta y prolongada impregnación formativa de un impacto ambiental y cultural
muy diversificado como el que recibiera Bernardo O’Higgins.
496