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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

promesa fue llevada a feliz término, y un 24 de octubre de 1974 fue inaugurado el<br />

Templo Votivo de Maipú, con gran solemnidad, y en presencia del Presidente de<br />

la República, General de Ejército D. Augusto Pinochet Ugarte, y de la H. Junta de<br />

Gobierno.<br />

ABDICACIÓN DE O’HIGGINS<br />

El término del mandato como gobernante del Héroe-Estadista llega el 28 de<br />

enero de 1823; con evidente espíritu republicano abdica del Mando Supremo,<br />

porque prefiere la proscripción y el destierro a la guerra intestina.<br />

En la abdicación de O’Higgins es donde se solidifica nuestra república, se<br />

afianzan los principios democráticos, porque es el pueblo, mayoritariamente, el<br />

que resuelve.<br />

Si O’Higgins es digno de admiración en los campos de batalla, es mucho<br />

más grande su gesto democrático de abandonar el poder escuchando la opinión<br />

pública, y entrando de esta manera al amplio portalón de la Historia como el<br />

creador indiscutible de nuestras instituciones republicanas.<br />

DESTIERRO<br />

La corbeta británica Fly lo lleva al Perú, país elegido por él para su exilio, al<br />

finalizar el mes de julio.<br />

A orillas del Rimac se aquieta su ánimo de soldado, no así su encendido ideal<br />

americanista y por ello solicita de Bolívar participar en la campaña que culminaría<br />

con Ayacucho el 9 de diciembre de 1824. Deseaba ardientemente presenciar<br />

el final, en América del Sur, del yugo español. No lo logra, a pesar las largas y<br />

penosas jornadas en compañía del Dr. irlandés John Thomas, su confidente y fiel<br />

amigo, más tarde su brillante biógrafo.<br />

Viene por último el encuentro con Bolívar, pero ello se realiza después de la<br />

Batalla de Junín, y éste ya no sitúa a nuestro Libertador en el rango que merece.<br />

Se recoge a Lima y termina concurriendo el 18 de diciembre de 1824, al<br />

gran banquete de celebración de la victoria de Ayacucho. O’Higgins se presenta<br />

sobriamente vestido de paisano. Entre los antorchados y galones de los<br />

comensales resalta por su austeridad la noble y venerable estampa del vencedor<br />

de Chacabuco y organizador de la Expedición Libertadora al Perú. Ante una<br />

pregunta del Libertador Bolívar sobre su tenida, responde: “Señor, la América está<br />

libre. Desde hoy el General O’Higgins ya no existe, soy sólo el ciudadano particular<br />

Bernardo O’Higgins. Después de Ayacucho, mi misión americana está concluida”.<br />

Sobria respuesta que refleja su gran espíritu americanista e indiscutible civismo.<br />

Pocos días después inicia sus actividades agrícolas en Montalván, hacienda<br />

obsequiada por el gobierno peruano.<br />

Siempre había dicho O’Higgins que sus pasiones eran la profesión de las armas<br />

y la agricultura. En ambas había tenido pleno ejercicio alternado con su brillante<br />

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