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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

estrecharon en el infortunio, los lazos de sincera amistad que siempre unieron a<br />

Bernardo O’Higgins y a José Ignacio Zenteno.<br />

Otro episodio ingrato que tuvo que soportar Zenteno estando exiliado en Lima,<br />

fue la falsa noticia de su muerte, que la familia de este prócer recibió en Santiago,<br />

Presurosamente para desvirtuar esa infamia, O’Higgins le escribe a su esposa, la<br />

cariñosa carta que transcribimos:<br />

“Sra. D°. Pepita Gana de Zenteno. Mí amada comadrita y respetable señorita:<br />

Rumores indiscretas que me produjeron días de amargura i de enfermedad, veo<br />

por su apreciable de 1° de esta fecha, que atravesaron el Pacífico con la velocidad<br />

suficiente para herir el alma de una esposa sensible. ¡Ojalá hubiera podido ser<br />

el primero en restituirle el consuelo i el reposo que merece, comunicándole el<br />

suceso funesto que dio margen al falso rumor!, pero hasta el regreso de mi amigo<br />

el General Zenteno a Lima, no se pudo esclarecer la verdad. Gracias a Dios,<br />

él vive y trabaja con la honradez que le es característica para el sostén de sus<br />

obligaciones i recupera el tiempo perdido en servir a una afrentosa ingratitud,<br />

que le ha robado de su espada, del sudor de su frente en diez y seis años de<br />

sacrificios i aún del suelo mismo que te dio naturaleza. Sí, apreciable señorita.<br />

El vive como un verdadero amigo mío, para su Patria, para la dicha de usted y<br />

consuelo de quien con las más respetuosas consideraciones de aprecio y afecto,<br />

es siempre su más obediente servidor. (fdo) Bernardo O’Higgins. P.D. Mi señora<br />

madre i hermana ansiaban saber de usted. Mas recibirán un grande placer ahora<br />

que les comunico las expresiones que usted me encarga, como yo igualmente<br />

suplico a usted las de a mi ahijadita que ya estará grande”.<br />

Refrendando los términos de esta carta, O’Higgins, le escribe a un amigo<br />

residente en Santiago: “Zenteno vive para consuelo de sus hijos i de su patria i<br />

para eterno baldón y verguenza de las más oprobiosa ingratitud”.<br />

De regreso a Chile después de tres años de ausencia, la primera diligencia<br />

de Zenteno, fue exigir que se juzgara su conducta por un Consejo de Guerra<br />

y el esclarecido general fue absuelto de todo cargo obteniendo un voto de<br />

indemnidad. Revindicado, en abril de 1831, desempeñó el puesto de Comandante<br />

General de Armas e Inspector General del Ejército. Más tarde, fue miembro de<br />

la comisión nombrada para organizar la Guardia Nacional siendo a la vez, uno<br />

de los fundadores de la Sociedad Nacional de Agricultura. Además, durante su<br />

fructífera vida al servicio de la nación, desempeñó los cargos de Ministro de la<br />

Corte de Apelaciones en la Sala Marcial, diputado por Santiago y vicepresidente<br />

de la Cámara.<br />

El 16 de julio de 1847, después de haber servido a su Patria con sublime<br />

abnegación, con honradez sin tacha, con probidad y con rara elevación de<br />

espíritu, entregó su alma a Dios y sus actos, al severo juicio de la historia.<br />

Con motivo de su muerte, el Presidente de la República, con Manuel Bulnes,<br />

por intermedio de su Secretario, le escribe a la viuda de este gran patriota:<br />

Santiago, julio 29 de 1847.<br />

Señora Josefa Gana de Zenteno:<br />

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