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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

pieza oficial que lleva su firma– es más bien la constitución de un despotismo<br />

duro y sistemático por el bien de la sociedad misma”.<br />

Sin embargo, cuando por obra de los vaivenes propios del accidentado período<br />

de la formación de la naciente República, se exige al Director Supremo la renuncia<br />

de su cargo, el vencedor de tantos combates, cuyos laureles eran los que frescos<br />

todavía engalanaban las banderas tremoladas por las fuerzas armadas de<br />

la Patria, antes que llevar a sus connacionales a una lucha fratricida o dar un<br />

ejemplo menos conforme con los principios democráticos, venció, con la inflexible<br />

decisión que le caracterizó en los combates guerreros de sus mejores tiempos,<br />

toda inspiración que de los mismos principios se apartara, y resignó el mando con<br />

estoica y varonil entereza. El General don Luis de la Cruz, que estuvo presente<br />

en este acto de generoso desprendimiento, repetía hasta en su ancianidad, que<br />

O’Higgins “fue más grande en esas horas de lo que había sido en los días más<br />

gloriosos de su vida”.<br />

Retirado de la actividad pública fue a buscar en las labores agrícolas de<br />

la hacienda de Montalván, que le donó el gobierno del Perú, un lenitivo a los<br />

inevitables desengaños y amarguras de que no están exentas las vidas de los<br />

grandes hombres. Allí se extinguió tranquila su existencia el día 24 de octubre de<br />

1842. Apretadas las manos al crucifijo y sintiendo llegados sus últimos instantes,<br />

reclamó el burdo sayal de hermano tercero de San Francisco, y cuando le fue<br />

traído, como una imagen de abandono de las galas terrenas, el que había Vestido<br />

los uniformes de Capitán General de Chile, Brigadier General de las Provincias<br />

Unidas del Río de la Plata y Gran Mariscal del Perú, exclamó con alegre y ferviente<br />

humildad: “Este es el traje que me envía mi Dios”<br />

Así, sobria y cristianamente, se apagó la vida del hombre excelso que hoy<br />

recordamos.<br />

Una ley reciente ha dispuesto que el retrato del prócer sea colocado en sitio<br />

de honor en las escuelas y establecimientos educaciones del país, rememoración<br />

que contribuirá a asegurar que la juventud sepa inspirarse en el alentador ejemplo<br />

que brindan su noble vida y sus gloriosos hechos.<br />

Servir a la Patria con todo el vigor de la acción y el pensamiento, aplicar todas<br />

las capacidades en su honor y por su engrandecimiento, luchar con fe y decisión<br />

por su progreso moral y material, fueron normas siempre directivas y nunca<br />

perdidas de vista en la vida pública de O’Higgins, como son deberes ineludibles<br />

de todo buen ciudadano, y por eso el culto inextinguible de la memoria de nuestro<br />

máximo prócer será siempre luminoso guía que, en el futuro como hasta ahora,<br />

ayudará a orientar a nuestra empeñosa democracia en su progresivo avance hacia<br />

un porvenir que sea digno de los esfuerzos heroicos con que los Padres de la<br />

Patria nos enseñaron a amar y vivir la libertad, que es, según frase de Cervantes,<br />

el mayor bien que a los hombres dieron los cielos.<br />

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