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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

extraña, independiente de él. Dando crédito a la denuncia de que Carrera ocultaba<br />

caudales públicos entre las cargas que conducía, ordenó su registro en el paso<br />

de la cordillera, conforme a los reglamentos de la aduana terrestre de Cuyo.<br />

Carrera se negó diciendo que “antes quemaría todas las cargas”, y el guardia, sin<br />

fuerzas ante ese ejército, hubo de dejarle pasar sin registro. San Martín, creyendo<br />

llegado el caso de hacerse respetar, comunicó a Carrera que “no dejaría impune<br />

tal atentado contra las leyes del país y la autoridad de su gobierno, y que, en<br />

consecuencia, el ayudante mayor de plaza estaba encargado de ejecutar el<br />

registro prevenido”. Carrera, frente a esta voluntad decidida, accedió con dignidad,<br />

señalando que lo hacía “para acallar la indigna voz de ocultar caudales públicos”.<br />

San Martín resultó humillado al no encontrarse nada y su hospitalidad<br />

perdió mucho de su mérito por el celo mostrado aun ante la desgracia. Sin<br />

embargo, Carrera perdió en seguida esta ventaja, al dirigirle un oficio lleno de<br />

recriminaciones quejándose de que, al pisar suelo argentino su autoridad y<br />

empleo habían sido atropellados, pidiendo en seguida se le dijese en qué<br />

condición se le recibía y terminaba diciendo “que creía que no debía entenderse<br />

sino con el gobierno supremo de las Provincias Unidas”. San Martín le respondió<br />

que “lo reconocía como Jefe de las tropas chilenas que conducía, pero bajo la<br />

autoridad de la provincia y con sujeción a sus leyes, sin permitir que nadie se<br />

atraviese a recomendarle sus deberes”. Carrera continuó afectando desconocer<br />

la autoridad de San Martín, pero la emigración chilena había introducido en<br />

Mendoza perturbaciones que afectaban la tranquilidad pública. Los conflictos<br />

entre la policía y la tropa que no reconocía más autoridad que su caudillo eran<br />

frecuentes y los odios entre o’higginistas y carrerinos recrudecieron, acudiendo<br />

ambos bandos a San Martín en demanda de justicia y castigo, el uno contra el<br />

otro, acusándose recíprocamente de traidores a la patria.<br />

Aconsejado por el doctor Passo y el Coronel Balcarce, San Martín ofició a<br />

Carrera, manifestándole que “su seguridad personal y la tranquilidad pública hacía<br />

necesario su alejamiento a la ciudad de San Luis, a la espera de las órdenes<br />

del gobierno”. Carrera insistió en su actitud, respondiendo “que primero será<br />

descuartizarme que dejar yo de sostener los derechos de mi patria”.<br />

Pero San Martín había hecho un plan para dar el golpe mortal a Carrera.<br />

Ayudado por O’Higgins, Mackenna, Alcázar, Freire y otros oficiales desafectos a<br />

Carrera, llamó a su lado a la mitad de los emigrados chilenos con cuya cooperación<br />

pudo contar, reconcentró en Mendoza a los Auxiliares de Las Heras y reunió a<br />

las milicias de los alrededores. Cuando se sintió fuerte, circunvaló el cuartel de<br />

Carrera, puso al frente dos piezas de artillería y Carrera debió resignarse a ser<br />

extrañado a San Luis, de donde pasó a Buenos Aires, seguido poco después<br />

por sus desarmadas tropas, de las que San Martín dijo que “no quería emplear<br />

soldados que servían mejor a su caudillo que a su patria”. Luego hizo recoger por<br />

medio de una comisión de chilenos los dineros públicos que se habían salvado en<br />

su retirada, declarando que “los caudales sacados de Chile por don José Miguel<br />

Carrera no podían ser de propiedad suya o de su familia y que, al depositarlos<br />

en las arcas de la provincia era con el objeto de hacerlos servir más tarde en<br />

beneficio de aquel país”.<br />

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