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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

Por mucha que fuera la inexperiencia en materia de gobierno el Congreso se<br />

daba cuenta que él no podía asumir todas las funciones legislativas y, al mismo<br />

tiempo, las del ejecutivo. Ya la junta que había entregado el mando había creado el<br />

13 de junio un tribunal o corte de apelaciones en reemplazo de la Real Audiencia,<br />

estableciendo así el principio de la separación, de los poderes. No podían, por<br />

tanto, permanecer confundidos el legislativo y el ejecutivo.<br />

La minoría patriota del Congreso comprendía mejor que nadie, la necesidad<br />

de un poder ejecutivo; pero deseaba impedir a toda costa que fuera designado<br />

por la mayoría. El 29 de julio el Congreso determinó que la junta ejecutiva se<br />

compusiera de tres miembros.<br />

Un suceso inesperado vino a suspender esa preocupación. El capitán Fleming,<br />

jefe del navío británico Standart, llegado a Valparaíso, hizo presente al Congreso<br />

que tenía como misión recoger los caudales de los americanos para auxiliar al<br />

consejo de regencia de España en su lucha contra los invasores napoleónicos.<br />

La caja del tesoro tenía un millón y medio de pesos y la nota puso en aprietos al<br />

Congreso, ya que sus actos aparecían presididos por una adhesión a Fernando<br />

VII. Por esas causas la mayoría parecía inclinada a entregarlos.<br />

En ese tiempo O’Higgins estaba enfermo, víctima de un reumatismo articular<br />

que lo postró durante dos meses y medio. Pero hizo un esfuerzo supremo<br />

y concurrió a la sesión en que se discutía la nota y pidió la palabra. “Con voz<br />

tranquila –apunta Valencia– sin agitarse, hizo un recuento de las razones<br />

abonadas por uno y otro bando en pro y en contra de la cesión de esos dineros,<br />

¿A qué pagarlos, si ni siquiera beneficiarían a España?” “La soberanía del consejo<br />

de regencia era sólo soberanía de comedia –recordaba después Urrejola haberle<br />

oído argumentar– pues a los franceses les hacía mucha cuenta dejar a Cádiz en<br />

poder de los españoles, ya que era la puerta por donde continuarían entrando a<br />

la península las erogaciones y productos de América”.<br />

“Era un buen orador –continúa Valencia– y lo demostró en muchas<br />

oportunidades. Ahora, levantando poco a poco el tono de su voz fue remarcando<br />

ante la asamblea las necesidades urgentes del país y el peligro de ceder<br />

unos fondos que, acaso, y muy seguramente, habrían de precisarse en breve<br />

plazo”. Concluyó su discurso con energía: “Es cierto que estamos en minoría,<br />

pero podemos suplirla con decisión y nuestro arrojo y no dejaremos de tener<br />

bastantes brazos para oponernos firmemente a que salga este dinero, que ahora<br />

necesitamos más que nunca”.<br />

Sus palabras cerraron el debate –sigue Valencia–. Los diputados patriotas,<br />

puestos de pie, reanimados por su altivez y brava amenaza, exigieron que<br />

el Congreso no perdiera más tiempo en discutir el asunto y aquel mismo día<br />

el marino inglés recibió la respuesta: “A pesar de nuestros mejores deseos no<br />

contamos en el día con caudal alguno que poder enviar”.<br />

El Congreso volvió a ocuparse de la constitución de la nueva junta de<br />

gobierno.<br />

El día 8 de agosto el Diputado don Manuel de Salas, componente de la minoría<br />

patriota, propuso que Santiago eligiera dos vocales y Concepción uno; pero la<br />

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