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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

ya se expresó anteriormente; fue allí, a orillas del Támesis, donde Francisco de<br />

Miranda, el gran ideólogo de la causa americana, transmitió sus pensamientos<br />

libertarios y sus inquietudes a Simón Bolívar, a José de San Martín y a Bernardo<br />

O’Higgins.<br />

Sobre este particular no podemos dejarnos llevar por la idea de que Gran<br />

Bretaña actuaba así por amor a la libertad; lo que la impulsaba a seguir ese<br />

camino era realmente el logro de un imperio sin rivales que pudieran amenazarla.<br />

Tucídides dijo que así como la identidad de intereses es el más sólido lazo que<br />

une a los estados, la oposición de ellos es la causa principal de sus luchas y<br />

desuniones. Y el sociólogo y escritor Max Weber reafirmó ese pensamiento cuando<br />

precisó que los intereses materiales e ideales son quienes dominan directamente<br />

las acciones de los hombres y de los Estados. Cada acción internacional que<br />

sirviera para socavar el poderío hispano era apoyada insistentemente por Gran<br />

Bretaña.<br />

Ya en la primera parte del siglo XIX se formaron dos potencias americanas<br />

regionales, Estados Unidos en Norteamérica y Brasil en América del Sur. Para los<br />

intereses geopolíticos de ambos, una fuerte presencia española en el continente<br />

representaba un peligro, así como también lo era el surgimiento de otras grandes<br />

potencias regionales. En 1823 el Presidente norteamericano James Monroe dio a<br />

conocer su famosa doctrina que proclamaba al mundo el que “América era de los<br />

americanos”, como una forma de impedir las interferencias de algunas potencias<br />

europeas. La verdad es que esa doctrina ha sido muchas veces vulnerada y lo<br />

que es más importante se ha prestado a diferentes apreciaciones conceptuales.<br />

Genéricamente, el hombre de Estados Unidos se une con el de América y por<br />

declinación a sus habitantes se los denomina como “americanos”, incluso en<br />

nuestros mismos países sudamericanos. Cabe preguntarse, entonces, ¿qué<br />

somos los habitantes de esta otra parte de América? ¿Nos incluyó el Presidente<br />

Monroe en su doctrina? Muchas conjeturas pueden establecerse sobre el<br />

particular y todas ellas tienden a determinar cierto grado de diferenciación aun<br />

cuando sólo sea en lo aparente. La verdad es que para el mundo nosotros somos<br />

aceptados como americanos, pero, adjetivados; somos latinoamericanos –que es<br />

a mi juicio lo más común y lo menos exacto– o somos iberoamericanos, que es<br />

una realidad étnica, cultural e histórica.<br />

Aun cuando el imperio de Brasil sólo proclamó su independencia en 1821, sus<br />

intereses geopolíticos reales tomaron cuerpo cuando la Casa de Braganza debió<br />

abandonar Lisboa para establecerse en su gran Colonia Brasilera. La presencia<br />

geopolítica de esta nación, que tenía fronteras comunes y muchas veces<br />

conflictivas con todos los Virreinatos hispanos, tuvo una especial relevancia en<br />

todo el período de la independencia y las nacientes repúblicas sudamericanas del<br />

Atlántico sufrieron su influencia en muchos aspectos.<br />

Dentro de estos marcos se desarrolló la emancipación de las patrias<br />

hispanoamericanas, durante cuyo proceso cada una siguió los caminos que sus<br />

intereses aconsejaban y que sus posibilidades les permitían. Muchos historiadores<br />

americanos y también europeos, todos ellos de gran prestigio, reconocen<br />

solamente la existencia de dos capitanes, como lo señalé en el inicio de este<br />

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