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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

Ramón de Rozas, su asesor en Lima, el mejor calificado en la confianza de<br />

don Ambrosio y por quien el Virrey revelaba una gran amistad, dice en una carta<br />

que dirige a sus hijas, en Santiago:<br />

“Escribí a ustedes la noche del día en que murió el señor Virrey. No se lo que diría<br />

entonces, porque la cabeza no podía estar en aquel momento para nada. Creía<br />

enfermar por resultas de CUARENTA DIAS DE AFLICCIÓN I MALAS NOCHES...” 127 .<br />

En los 40 días de aflicción y malas noches se fue acentuando el irreversible<br />

proceso de decadencia física del enfermo que, a pesar de su extremo<br />

debilitamiento, seguía “despachando por sí mismo y firmando cuanto era<br />

menester, hasta la noche del 17 de marzo, la víspera de su muerte” 128 .<br />

En Lima, la muerte de D. Ambrosio moviliza todo el aparato ceremonial<br />

establecido para el sepelio de un Virrey, sin apartarse del ritual macabro de colgar<br />

su cadáver, y hacerle una suerte de autopsia, incluido el levantamiento del acta<br />

por el tanatólogo, después de embalsamar el cuerpo, etc.<br />

La curiosidad de don José Rodríguez Ballesteros nos ha dejado una<br />

información, que coincide con el protocolo del vaciamiento de las vísceras del<br />

difunto. Rodríguez sostiene que “Su cuerpo fue embalsamado y a cuantos<br />

concurrieron a presenciar la operación les sorprendió la extraordinaria grandeza<br />

de su corazón”. Para don Ricardo Donoso esta es una observación que equivale<br />

a descubrir un acertado símbolo de la personalidad del Virrey” 129 .<br />

“Al día siguiente, dice Gustavo Opazo, fue colocado, revestido con todos los<br />

paramentos de Virrey en el solio del Palacio. En esta situación estuvo tres días,<br />

exhibiéndose al público de Lima. Al tercer día, reunidas todas las autoridades<br />

en la Sala del Trono, con sus uniformes de gala, en el más profundo silencio,<br />

recibieron al Escribano Real, que venía a constatar oficialmente su muerte.<br />

“Un gentil hombre abrió de par en par la puerta principal de la Sala y con paso<br />

ceremonioso entró por ella el señor escribano don José de Herrera y Sematnat.<br />

Dirigiéndose hacia el Trono y acercándose al oído del cadáver le grito por tres<br />

veces: ¡Excelentísimo señor Marqués de Osorno!”<br />

Después de un rato se volvió al público y dijo:<br />

“Señores, no responde. ¡Falleció! ¡Falleció!<br />

Así quedó constancia de su fallecimiento, según el ritual de las Cortes, que se<br />

aplicaba a los Virreyes” 130 .<br />

Una vez cumplidos estos actos ceremoniales y con la pompa y honores usados<br />

en los pocos casos de muerte de Virreyes, se procedió a su entierro a los pies del<br />

Altar Mayor de la Catedral de Lima131 .<br />

127 Domingo Amunátegui Solar: Don José María de Rozas. Anales de la U. de Chile, p. 91.<br />

128 Ricardo Donoso: El Marqués p. 409.<br />

129 Ricardo Donoso: El Marqués p. 9.<br />

130 Gustavo Opazo: Don Ambrosio O’Higgins Intimo, p 42.<br />

131 Idem.<br />

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