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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

EL REGIMIENTO GRANADEROS A CABALLO<br />

Un frío análisis de la situación militar había mostrado a San Martín que la<br />

guerra, que para algunos debía concluir en la primera batalla ganada, apenas<br />

empezaba y que habría que combatir mucho y por muchos años a través de toda<br />

la América. Por su experiencia de soldado, sabía que en las guerras largas no se<br />

triunfa sin una sólida organización militar. Había visto que los ejércitos españoles,<br />

tantas veces derrotados a pesar de su heroísmo, ahora se habían retemplado<br />

con la disciplina inglesa con lo que España, una vez desembarazada de la guerra<br />

peninsular, podría enviar a América sus mejores tropas y mejores generales para<br />

sojuzgar sus colonias insurrectas. Frente a eso, la revolución militarmente mal<br />

organizada, los ejércitos carecían de consistencia, las operaciones no obedecían<br />

a ningún plan y no se preparaban los elementos para las grandes empresas<br />

que, necesariamente, habría que acometer. En una palabra: no existían una<br />

organización ni una política militar. Pero San Martín no se constituyó en un censor<br />

ni quiso inmiscuirse en la dirección de la guerra o planes de campaña, sino que<br />

se aplicó a la tarea que se había impuesto: Fundar una nueva escuela de táctica,<br />

disciplina y moral militar. Esa sería la firme base para todo. Alvear estaría en las<br />

gestiones y él en la acción.<br />

Dos semanas después de llegados a Londres, Alvear, de familia acaudalada,<br />

Venerable Maestro en la naciente logia, con gran influencia sobre la sociedad<br />

bonaerense y oído por el Triunvirato, obtuvo la firma del decreto que ordenaba la<br />

formación de un cuerpo de caballería, el Regimiento de Granaderos a Caballo.<br />

Para ello tuvo que vencer la desconfianza de quienes sospechaban que San<br />

Martín era espía español que, en cualquier momento, podría usar contra los criollos<br />

las fuerzas bajo su mando. San Martín era responsable único, comprometido su<br />

honor en llevar a cabo la empresa en el menor tiempo posible y de la manera<br />

más eficaz. Le auxiliaban el Sargento Mayor Carlos de Alvear y el Capitán José<br />

Zapiola, pero en los hechos tuvo que partir por entrenarlos a ellos.<br />

La formación de los primeros contingentes de este Regimiento, de la que San<br />

Martín se ocupó personalmente, hombre por hombre, es la piedra angular en que<br />

descansa el resto de su obra. Primero formó los oficiales que serían los monitores<br />

de la escuela bajo su dirección. Luego fue agregando hombres probados en las<br />

guerras de la revolución, que se hubieran elevado desde la tropa, pero cuidó<br />

que no pasaran de tenientes. Al lado de ellos creó un plantel de cadetes que<br />

tomó, primero de Yapeyú y luego del seno de las familias expectables de Buenos<br />

Aires, arrancándolos casi niños de brazos de sus madres. El mismo San Martín<br />

les enseñaba el uso de las armas, en especial el sable largo de los coraceros<br />

franceses y el dominio absoluto del caballo. Mitre hace una notable descripción<br />

de los criterios de selección, métodos de entrenamiento y técnicas para<br />

inculcarles los códigos de ética, moral y conducta militar. No puede desconocerse<br />

que la relación maestro-discípulo nacida de aquí debió ser muy poderosa. En<br />

reconocimiento, el gobierno le envió los despachos de Coronel del Regimiento<br />

Granaderos a Caballo.<br />

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