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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Edición c o n m E m o r a t i v a dE l Bi c E n t E n a r i o<br />

concavidades de estas cordilleras a los vivas. El gozo inspira nuevo aliento a mis<br />

tropas y espero vencer todas las dificultades... Todo se hace con el mayor gusto<br />

(aún) cuando fueran las comodidades mayores”.<br />

El panorama era espléndido. “Avistamos las preciosas campiñas de Chile, dice<br />

Casimiro AIbano, que no pudimos apreciar debidamente sino cuando volvimos a<br />

ellas. El enemigo tenía razón en disputarlas, pero nosotros éramos sus naturales<br />

dueños”. O’Higgins, animoso, comunicó a San Martín: “Voy a caminar llevando<br />

bastante tropa a pie, pero, a pesar de esto, haré todo lo posible para avanzar<br />

cuanto antes a Putaendo. El Presbítero Casimiro Albano queda en este punto<br />

para dar a V.E. una razón individual de los víveres que quedan a esta División<br />

para tres días”. Inició el descenso final por una topografía escarpada que hace<br />

ya cincuenta años modificó el Batallón de Zapadores Nº 2 del Ejército de Chile,<br />

reemplazando el pésimo sendero original por “una magnífica vía, pareja, limpia,<br />

uniforme en ancho y pendiente, sin peligros”. Pero los hombres de O’Higgins<br />

marcharon intrépidamente por el sendero de entonces; muchos a pie, y en la tarde<br />

del 6 llegaron a la guardia de Achupallas. Apremiado por Soler, que se disponía<br />

a entrar en San Felipe, aceleró al día siguiente su marcha y alcanzó hasta Los<br />

Potreros de Viña. Sólo había llegado a Putaendo y Mariano Necochea, con gran<br />

esfuerzo, logró montar en los mejores caballos un destacamento de poco más<br />

de cien hombres y avanzó a Las Coimas, donde derrotó a una fuerte división<br />

peninsular.<br />

Queda libre San Felipe al Ejército de los Andes; el día 8 dejó O’Higgins Los<br />

Potreros de Vicuña y entró a la capital de Aconcagua, detrás suyo lo hizo San<br />

Martín. Las Heras, por su parte, entró también ese día a Los Andes. Quedó<br />

así dominado el Valle de Aconcagua, y su población, entusiasmada, recibió,<br />

alborozada a los soldados, obsequiándolos con generosidad.<br />

La proeza del cruce de los Andes convenció a Europa y al mundo que la<br />

Revolución Americana no era obra de una montonera insurgente, pues Camilo<br />

Henríquez solía referir que en el Congreso Norteamericano un representante<br />

puso en duda la hazaña de San Martín: “¿Cómo ha de haber pasado los Andes<br />

cuando Potosí está ocupado por los realistas y se halla en el camino?”<br />

Santiago se conmovió. Cuenta en sus Recuerdos del Pasado Vicente Pérez<br />

Rosales que, un mes antes, en la casa llamada de los Carrera, Felipe Santiago del<br />

Solar –su padrastro– paseábase inquieto y preocupado por el salón, deteniéndose<br />

frecuentemente en las ventanas para mirar a la calle. Era la hora de la siesta y<br />

del silencio en la pueblerina capital; pero, anunciando a voces su mercadería,<br />

atravesó el patio un andrajoso vendedor de gallinas. Solar, al oírle “hizo a mi<br />

madre señas para que me entretuviese y, saliendo precipitado de la sala, ordenó<br />

a un sirviente cargase con las aves” y en seguida, tomando del brazo al vendedor,<br />

lo llevó hasta su pieza escritorio. El memorialista, entonces un niño, agrega que<br />

su madre se negó a satisfacer su curiosidad, pero años después le descubrió<br />

el misterio enseñándole “un pequeño cuadrito de papel” que conservaba dentro<br />

de las hojas de su libro de autógrafos. En él se leía: “15 de enero hermanos...”.<br />

Remito por Los Patos 4.000 pesos fuertes. Dentro de un mes estará con ustedes<br />

el hermano José”.<br />

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