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REVISTA LIBERTADOR O'HIGGINS - Instituto Ohigginiano

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Ev i s t a li B E r t a d o r o’higgins<br />

con gusto. Había un busto de Apolo, uno de Homero y otro de Sócrates, el<br />

dios solar de la armonía y la belleza, el fabuloso creador del lenguaje poético<br />

y el filósofo vagabundo dedicado al estudio del hombre que era el estudio de<br />

la verdad. Había recuerdos de viajes y campañas. Porcelanas de Meissen y de<br />

Sevres, esmaltes rusos, grabados de Roma, armas, una flauta sobre un atril y<br />

una numerosa biblioteca...”.<br />

De todas las revoluciones del setecientos la que alentaba el venezolano era<br />

la más ambiciosa y radical: la Independencia total del Continente. Hasta ese<br />

momento sólo la habían logrado trece pequeñas colonias inglesas. El querría llevar<br />

la emancipación a todo el territorio del Nuevo Mundo. O’Higgins, el estudiante sin<br />

cobre, el hijo ignorado del Virrey del Perú, jura en la casa de Grafton Street llevar<br />

a Chile ese mensaje. Consagrará su vida a lograrlo, como otros lo han hecho en<br />

la misma casa. Con esa consigna marcha a Cádiz. Luis Valencia Avaria, en su<br />

obra sobre el Libertador chileno, complementa el juramento de O’Higgins con la<br />

estrategia registrada en el Archivo particular de Miranda: “Los meses de diciembre<br />

a febrero son los mejores para cruzar el Cabo de Hornos. Para la expedición<br />

del Pacífico –una parte de la expedición total– se necesitan ocho navíos y ocho<br />

mil hombres. En la Costa de Chile, el puerto de Valdivia y el de Talcahuano son<br />

cómodos pero mal fortificados; la batería de Valparaíso es fácilmente dominable.<br />

Los caballos de Chile andan comúnmente, sin fatigarse, más de cuatro leguas<br />

por hora. Son sumamente duros, no han menester de herraduras y los jinetes<br />

del país son los más fuertes acaso del mundo entero”. El caraqueño, llevando<br />

hasta el Cabo de Hornos, es más atrevido en sus proyectos que Napoleón<br />

cuando planeaba la campaña de Egipto, cercanísimo a Italia. Pensaba hasta en<br />

los caballos sin herradura para los jinetes más fuertes del mundo. O’Higgins oyó<br />

estas cosas con embeleso, y así las llevó a la tertulia de Cádiz como lo habían<br />

hecho Narifío de Bogotá, y Caro de La Habana, Juan Ascanio de Huamanga y<br />

Lardizábal de Potosí, Pablo de Olavide de Lima, el Canónigo Victoria de México...<br />

Toda América estaba en la mente de Miranda y toda América se proyectaba en<br />

ese momento en el estudiante que aguantaba hambres en Londres... La Gran<br />

Reunión Americana “estableció” su cuartel general en las mismas Columnas de<br />

Hércules y de allí partieron las centellas que vinieron a despedazar el trono de<br />

la tiranía en la América del Sur. Sobre todo esto ha escrito un libro esencial Luis<br />

Valencia Avaria. Su biografía de O’Higgins 1 .<br />

Pero Miranda, además, movió con O’Higgins a otro chileno, el Canónigo José<br />

Cortés de Madariaga. La suerte quiso que los dos hijos de la colonia austral<br />

vinieran a ser las fuerzas combinadas de la Revolución.<br />

Una cosa es la revolución montada sobre charlas de café o tertulias en las<br />

Logias en Londres y Cádiz, v otra llevarla a las capitales de la Colonia y proceder<br />

a levantar ejércitos del pueblo para enfrentarlos a los del Rey. O’Higgins regresa<br />

a América. La vida lo ha destinado a ser un hacendado rico que de la noche<br />

a la mañana puede llevar el nombre de su padre y disfrutar de la cuantiosa<br />

herencia que le dejó como si valiera tanto como el nombre. Cortés de Madariaga<br />

queda encaminado a figurar entre los Canónigos que recen y canten en latín las<br />

oraciones del Coro en alguna iglesia. Se encaminaba a Santiago, pero la suerte<br />

1 Se refiere a Bernardo O’Higgins. El Buen Genio de América (N. del D.).<br />

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